Infraestructura crítica en internet
El fallo de Fastly evidencia la importancia de fomentar la competencia en el sector
El pasado martes un fallo de la empresa estadounidense Fastly provocó el apagón de miles de webs en todo el mundo. Las páginas de grandes tecnológicas como Twitch o Reddit, periódicos como The New York Times o EL PAÍS, u organismos como el Gobierno británico se volvieron de pronto inaccesibles. Otras, como las de Amazon o Twitter, sufrieron problemas en la carga de sus contenidos. En un momento en el que la pandemia ha acelerado la digitalización y el teletrabajo ha llevado al extremo la dependencia de las redes, el temor a una suerte de apocalipsis en internet se extendió entre millones de usuarios.
La zozobra apenas duró una hora. Fastly, una compañía de red de distribución de contenidos (CDN por sus siglas en inglés), es decir, encargada de reducir la distancia entre el servidor y usuario para favorecer la carga de las páginas, arregló con relativa rapidez el incidente. Un vicepresidente de la empresa explicó la causa del fallo. Según su relato, al cambiar su configuración, un cliente había activado un problema oculto en un programa informático desplegado en mayo por la compañía.
El incidente ha supuesto un perjuicio económico para muchos clientes de Fastly, que preparan ya reclamaciones. Pero, sobre todo, deja en el aire preguntas inquietantes. La principal: ¿cómo es posible que un problema en una empresa relativamente pequeña —de unos mil empleados— pueda causar semejante trastorno?
La respuesta es que una estructura vital como internet, pese a estar fundada sobre la idea de la descentralización, está concentrada, en varios niveles, en muy pocas manos. En el sector de las CDN son un puñado de empresas las que se reparten el pastel. Las principales tienen además su sede en Estados Unidos.
Wall Street celebró el incidente haciendo subir las acciones de Fastly. No tanto por lo rápido que se subsanó el error, como porque este les reveló la enorme importancia de la compañía. Los poderes públicos deberían, de igual manera, tomar nota. Es necesario entender y asumir con todas las consecuencias que hay infraestructuras no tan visibles como los puertos o las carreteras que resultan cruciales para la vida económica y democrática de un país. Y conjugar el fomento de la libre competencia entre las empresas con una cierta planificación o supervisión pública, como sucede con otros servicios críticos.
Europa se prepara para emprender su reconstrucción tras la pandemia con una movilización de fondos sin precedentes. Buena parte de ellos se destinarán a un ambicioso plan de digitalización. Sería conveniente que esta gigantesca inversión contribuya a consolidar un ecosistema empresarial que fomente la creación de compañías dedicadas a servicios tan cruciales y se evite así la excesiva dependencia de los proveedores de fuera de la UE.
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