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Columna
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El hoy de Plutarco

Releyendo las ‘Vidas paralelas’ me dio por pensar en una posible ‘aplicación Plutarco’ a nuestra realidad

Vicente Molina Foix
Rivera, Sánchez e Iglesias se estrechan las manos antes del debate de EL PAÍS en 2015.
Rivera, Sánchez e Iglesias se estrechan las manos antes del debate de EL PAÍS en 2015.Uly Martin

Releyendo las Vidas paralelas me dio por pensar en una posible aplicación Plutarco a nuestra realidad. El propósito del gran polígrafo tardo-imperial no era escribir “historias, sino vidas”, en las que “un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirve más para declarar un carácter que batallas […] y sitios de ciudades” (cito por la traducción clásica de Ranz Romanillos). Así que yo, un polígrafo de provincias llevado de más leve intención, establecí un paralelismo local entre dos figuras heroicas llamadas, parecía, a dejar huella, y hoy acalladas, quién sabe si para siempre.

Hace año y medio, Albert Rivera tuvo en sus manos la consumación de una gesta que podría haber cambiado el curso de las aguas, y la desperdició, provocando la primera debacle de un partido en pleno auge. Así nació aventureramente un triunvirato virado a la izquierda cuyos resultados unos juzgamos de un modo y otros de otro. El dios de las urnas (que no para de hablar) dirá. Mientras tanto, Rivera cayó estrepitosamente y ha caído, allí donde empezó sus hazañas, Pablo Iglesias, con sus tres peinados. El triunvirato aguanta.

En las Vidas paralelas de Plutarco abundan los espíritus, como es propio de una obra que combina la historia militar con la angustia de las influencias estudiada por Bloom. Julio César tiene en el libro su propia vida, una de las mejores del autor, pero no solo eso: asoma en las de otros, soldados o estadistas, y condiciona unas cuantas. Viendo ahora que en la Asamblea de Madrid no hay escaños para Ciudadanos y tampoco se sentará como jefe de la oposición Iglesias, el fantasma de Sánchez retorna. Rivera sufrió en sus carnes su antisanchismo a ultranza; Iglesias fue más listo y le abrazó, como si viera en Pedro a un salvador más que a un socio. Y el que no se salvó ha sido él. ¿Pedro Sánchez un César? Que el presidente recuerde las cuchilladas que sus aliados le dieron a aquel hombre ambicioso.

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