_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Superliga invencible

Desde su elevado trono con vistas a la meseta, Felipe II y Florentino Pérez creyeron que podían remodelar el mundo a imagen y semejanza de su Gran Idea

Víctor Lapuente
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez.
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez.EMILIO NARANJO (EFE)
Más información
Vida y muerte de la Superliga

Desde el desastre de la Armada Invencible no ha habido fracaso español en política exterior comparable al de la Superliga de Florentino Pérez. En ambos casos, los números parecían de nuestro lado: los 130 grandes barcos de Felipe II y los millones de la Superliga hacían palidecer a sus rivales. En la hoja de ruta de Felipe II y de Excel de Florentino, las cifras cuadraban. Pero en ambos casos la empresa imperial española en Europa, con la espada o con el balón, acabó hundiéndose.

Parafraseando a Felipe II, Florentino podría decir “no envié mis millones a combatir contra los elementos”. El dirigente madridista no tuvo en cuenta las tormentas: las declaraciones en contra de líderes políticos de todo país y color o las revueltas populares de los hinchas y del establishment futbolístico y mediático. Ambos emperadores, embebecidos de grandeza y rodeados de yes-men, pecaron de soberbia. Desde su elevado trono con vistas a la meseta, creyeron que podían remodelar el mundo a imagen y semejanza de su Gran Idea: catolicismo religioso para Felipe II y el capitalismo futbolístico para Florentino. Pensaron que Europa era una tabula rasa donde inscribirían su visión con letras de oro. El futuro estaba de su parte. Nada detendría a los mejores soldados o futbolistas de la historia.

Sobre el papel, los cálculos de la Superliga eran impecables. Como dirían los economistas, todos los actores tenían incentivos para aceptar el trato: ¿Qué liga querría perder a los mejores equipos? ¿Qué selección a los mejores jugadores? Las federaciones, el resto de clubes nacionales, la UEFA, la FIFA acabarían transigiendo. Pero las personas no nos movemos sólo por interés. Si nos hacen elegir entre ganar 10 euros (mientras nuestro socio igualitario en un negocio se queda con 990) o quedarnos los dos con 0, escogeremos lo segundo. La sensación de justicia por encima del dinero. Y el clamor que la semana pasada atravesó todo el continente, desde los oscuros pubs de Edimburgo a las luminosas terrazas de Cádiz, fue de injusticia. No consentiremos que los chicos ricos del Barça, Real, United y demás, que deben su fortuna al fútbol tradicional —con sus reglas y estructuras gélidas y ciertamente mejorables, pero con esa épica ardiente del soñador modesto, de dejar que David se enfrente a Goliat— rompan el tablero. Así, se sumergió la Superliga Invencible. @VictorLapuente

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_