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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

4-M: enfocar los problemas reales

La campaña madrileña sufre múltiples y desafortunados elementos de distracción

El País
Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, durante una reunión en Madrid el pasado septiembre.
Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, durante una reunión en Madrid el pasado septiembre.Comunidad de Madrid (GTRES)

Las elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid nacieron marcadas por su condición de convocatoria anticipada innecesaria que entorpece y retrasa la gestión de asuntos fundamentales en plena pandemia, entre ellos la aprobación de unos presupuestos para la región. La presidenta, Isabel Díaz Ayuso, aprovechó la torpe moción de censura lanzada en Murcia para precipitar una convocatoria que deseaba, con el objetivo de fagocitar a Ciudadanos. La justificación fue un supuesto riesgo de ser víctima de otra moción de censura, algo que nunca se ha demostrado. En el río revuelto de la debilidad de Ciudadanos y del vigor de sus perspectivas, la presidenta dio el paso para consolidar su poder. Esa y no otra fue la razón de una convocatoria que no era legalmente necesaria, como las de otros comicios regionales que ha habido en España durante la pandemia, y que ha irrumpido caprichosamente en un tiempo muy complicado aún en la lucha contra el virus.

A partir de ahí, de esa poco bienvenida distracción de la actividad de gestión real, toca constatar que la campaña se ha instalado en polémicas innecesarias y muy lejanas al interés de los ciudadanos, en una polarización que enfanga la atmósfera política y en un plano desenfocado, en suma, de los temas que urge solucionar. Una puesta en escena política dañina y, por desgracia, con demasiados protagonistas, que a veces hacen el juego al contrario —con escaso provecho para la colectividad—. Díaz Ayuso destaca entre ellos, con una actitud que constantemente ha priorizado la construcción de su figura en antítesis al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a menudo con argumentos gaseosos y a costa de la eficacia en la gestión y la serenidad en la vida pública. De paso, trata de eclipsar al candidato socialista que la venció en 2019, Ángel Gabilondo. Así avanza Ayuso, sobre la ola de una campaña que alega defender la libertad, como si esta estuviera en cuestión y ese fuese el principal problema de Madrid. A su vez, el presidente del Gobierno cometió un claro error al sugerir una manipulación de los datos de contagio en la Comunidad de Madrid sin aportar pruebas, un gesto impropio de su cargo y además desmentido ayer por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.

Sánchez debería eludir esta dinámica y centrarse en perfilar con los partidos y con las comunidades la fase que empezará tras el fin del actual estado de alarma, que ha anunciado no querer prorrogar, pero sin una adecuada labor de preparación del nuevo escenario. Y hay más: una ultraderecha que busca el protagonismo de la provocación más que el de las ideas; unos violentos sedicentes antifascistas que recurren a las pedradas en vez de a las ideas; un exdirigente de Ciudadanos como Toni Cantó que ha querido apuntarse al carro vencedor con maniobras administrativas incorrectas que un juez abortó el domingo.

Estas elecciones no son un duelo entre Ayuso y Sánchez, ni una cuestión de libertad, ni deberían estar marcadas por tácticas turbias como las de Vox, ni por pedradas en plazas, ni por candidaturas saltándose protocolos, ni por las acusaciones de manipulación de datos no fundamentadas. Es preciso bajar decibelios, enfundar las armas impropias y centrarse en propuestas para mejorar la educación, la sanidad, la economía, la igualdad, el medio ambiente y en general las condiciones de vida de los ciudadanos. Es tiempo de hablar de Madrid.

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