_
_
_
_
Columnas
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo que oyes

El otorrino le dijo que no era grave y en la consulta le aplicó un chorro de agua caliente en los oídos que en este caso liberaron una pasta negra desconocida

Manuel Vicent
Una mujer durante una visita al otorrino.
Una mujer durante una visita al otorrino.GEtty

En el intricado laberinto del oído de este hombre de 68 años había quedado el eco de las primeras voces que oyó de niño. Los cuentos que su madre le leía antes de dormir le vibraban todavía en el tímpano y en esa membrana se superponían también las primeras canciones junto con algunos sonidos esfumados del pueblo, la cantinela de la tabla de multiplicar en la escuela, el yunque del herrero, la flauta del afilador, la banda de música los días de fiesta, el pregón de los buhoneros, el silbido desgarrado del tren, las melodías de discos dedicados en la radio. Estas ondas sonoras habían marcado su paso de la niñez a la adolescencia donde ya comenzó a reinar absolutamente el tubo de escape de la moto que le llevaba a los conciertos. Las palabras de amor que le susurró al oído aquella novia un verano ya perdido en la memoria las guardaba muy dentro todavía. Tal vez el cerebro tiene un mecanismo para preservar solo los sonidos que a uno le han hecho feliz, el de la lluvia en las noches de invierno desde la cama, el del viento en los álamos en primavera, el del trueno lejano que precede a la tormenta. Pero de un tiempo a esta parte este hombre había comenzado a sentir un dolor difuso y una insoportable algarabía en el fondo del oído, hasta que una mañana, al despertar, comprobó con terror que no oía nada. Se había quedado completamente sordo. El otorrino le dijo que no era grave y en la consulta le aplicó un chorro de agua caliente en los oídos que en este caso liberaron una pasta negra desconocida. “Nunca he visto nada igual, esto no es cera”, exclamó horrorizado el doctor. Después de analizarla concluyó que esa sustancia pestilente estaba formada por toda la basura mediática, por toda la mierda política que estuvo oyendo este hombre durante años. Sin ese tapón ahora ya volvió a oír de nuevo la lluvia y el viento e incluso el rumor de las abejas libando.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_