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Columna
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Hay que acabar con Susana Díaz

Si Chaves, Griñán, Escuredo y Borbolla salieron del PSOE andaluz con hojas de ruta diseñadas o bendecidas por Madrid, tanto más la expresidenta que un día quiso rematar a Sánchez

Teodoro León Gross
Susana Díaz, durante una rueda de prensa en enero.
Susana Díaz, durante una rueda de prensa en enero.María José López (Europa Press)
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Esta semana, después de la irrupción de García Egea en el predio andaluz para levantarle Sevilla a Juanma Moreno con un asalto no tan murciano como en Murcia pero que acabará en los tribunales bajo sospecha de irregularidades turbias, el presidente andaluz replicaba que “las estructuras territoriales no somos atrezzo”. Él había plantado horas antes al secretario general del partido, responsable de esa operación desde Génova For Sale. No se trata ya del duelo local —al cabo Sevilla es una de las plazas con peor historial de fracasos para el PP— sino del colonialismo centralista en los partidos que pretenden pilotar la diversidad territorial desde las oficinas capitalinas. Paradójicamente a la misma hora en que Juanma Moreno visitaba Triana, lamentándose del mal ejemplo dado a una ciudadanía preocupada por las vacunas y la reactivación, allí le llegaba a Susana Díaz el mensaje de Ferraz del final de la tregua. Es la guerra.

No será la primera cabeza que se cobre Moncloa, léase Ferraz, y más en una comunidad donde el PSOE siempre hizo y deshizo con los presidentes: quitó a Escuredo desde Madrid, puso fin a Borbolla, a Chaves le dio salida y a Griñán le hizo oír música de réquiem para acompañar su marcha. Si todos salieron con hojas de ruta diseñadas o bendecidas por Madrid, tanto más la expresidenta que un día quiso rematar a Sánchez en Ferraz a quemarropa. Y sin embargo, Sánchez, lejos del legendario rencor frío para sembrar su trayectoria de cadáveres de rivales, ha tratado de resolver esto por la vía diplomática, evitando el cisma. Detrás queda la oferta de presidir el Senado o ir al Gobierno... e incluso ahora, antes de la declaración de guerra, Ábalos bajó con una última propuesta ministerial. No se negociará más. Tras esa oportunidad definitiva, la destitución de la delegada del Gobierno, concesión en su día del sanchismo al susanismo al sellar el armisticio, es la cabeza del caballo en la cama de ella. Capisci?

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La decisión de liquidar a Susana Díaz ya tiene cartel: Juan Espadas. Se descarta la opción María Jesús Montero. Sánchez prescindió de Illa pero no de ella; y a Espadas lo tenía fichado como as en la manga desde un inesperado encuentro en Naciones Unidas donde la delegación española únicamente preveía toparse con Colau. A título personal sólo tiene el handicap de ser alcalde de Sevilla en una tierra de taifas abonada por el largo centralismo miope de los socialistas en una comunidad con el tamaño de Portugal; a cambio, tiene cartel de centrista dialogante, ideal para ejercer de antimoreno, presidente moderado que se ha hecho con el carril central. Estos días un sondeo de GAD3 lo aproxima a la mayoría absoluta, absorbiendo a Ciudadanos y frenando la efervescencia de Vox. La izquierda, cuyos restos del naufragio van a seguir llegando a los tribunales de ola en ola, está kaputt. Espadas quiere manejar los tiempos, pero le apremian porque Díaz está ya en la carretera dispuesta a hacerle un Sánchez a Sánchez en las primarias de otoño. Para ella, eso sí, no será fácil la épica del outsider tras haber sido la Reina del Sur.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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