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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más vacunas, sin tabúes

Hay que debatir, incluso sobre patentes, para aumentar la producción de dosis

Coronavirus
Un vial de la vacuna Sinovac contra la covid-19.RICARDO MALDONADO ROZO (EFE)

Tras un año de sucesivas y mortíferas oleadas ha quedado demostrado que la pandemia resurge cada vez que se le brinda oportunidad y que la única forma de pararla es la vacunación masiva de la población. Pero esta poderosa herramienta no será plenamente efectiva hasta que las vacunas no lleguen a todos. Hasta ahora, una pequeña parte de países de mayor renta acapara el 90% de los 400 millones de vacunas producidas. Al ritmo de fabricación actual, muchos países no recibirán sus primeras dosis hasta 2023. La perspectiva es que miles de millones de personas hayan de esperar años para poder acceder a la vacuna. Eso no solo es injusto, sino que además pone en riesgo la eficacia del que ha sido el mayor hito de la humanidad en mucho tiempo: haber conseguido no una sino varias vacunas seguras y eficaces en menos de once meses.

Esta es una emergencia planetaria, y de nada servirá que unos cuantos países consigan alcanzar la inmunidad de grupo vacunando a más del 70% de su población si el virus sigue circulando en otros lugares, pues tendrá la oportunidad de mutar y desarrollar nuevas variantes frente a las cuales las vacunas disponibles pueden perder eficacia. En ese caso, proteger a la población vacunada exigirá mantenerla totalmente aislada del resto del mundo, lo que significa que no se podrá restablecer la plena normalidad del comercio y la movilidad internacional.

Si no se revisa el actual sistema de distribución de las vacunas, será imposible doblegar la pandemia. Así lo creen la OMS y un gran número de expertos y organizaciones sanitarias de todo el mundo: o nos vacunamos todos, o nadie estará a salvo. Hasta 67 naciones se han comprometido a compartir parte de los lotes adquiridos con los países más pobres, y existe la iniciativa Covax que recauda fondos para enviar vacunas a esos países. Pero ya está claro que no va a ser suficiente. Ante esta evidencia, resulta imperativo debatir y encontrar soluciones que permitan incrementar la producción de vacunas y revisar los mecanismos de protección intelectual y patentes en el caso de que se llegue a la conclusión de que son un obstáculo insuperable para alcanzar el objetivo.

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Este periódico es firme partidario de que la inversión en innovación esté protegida por un sistema de patentes que permita la adecuada remuneración. Esto es uno de los vectores centrales del desarrollo de las sociedades. Pero vivimos una situación excepcional que exige soluciones también excepcionales. De momento, algunas farmacéuticas han alcanzado acuerdos con otras compañías orientados a aumentar la producción. Es un avance, pero no se puede dejar al interés o a la buena voluntad de iniciativas privadas un asunto del que dependen la salud y la economía mundial. Los poderes públicos deben apoyar y presionar para que este tipo de acuerdos prolifere, como hizo la Administración de Biden en el pacto entre Johnson & Johnson y Merck. Esto debe hacerse con urgencia. Y debe recordarse que la normativa vigente ofrece mecanismos de exención temporal de patentes que sería sensato activar si no se logra pronto el objetivo. No puede ser un tabú. En todo caso, permitir que otros fabriquen las vacunas protegidas por patentes no tiene por qué implicar una expropiación total de los posibles beneficios. Se pueden encontrar fórmulas de compensación y, en todo caso, debería respetarse la privacidad de tecnologías que son consustanciales al modelo de negocio de las compañías.

India y Sudáfrica plantearon en octubre la suspensión temporal de patentes en el seno de la Organización Mundial del Comercio, cuya directora promueve un diálogo sobre la materia y la búsqueda de una tercera vía que permita resolver este grave dilema. La oposición de la UE, EE UU, Suiza y Reino Unido, entre otros, bloquea la propuesta. Es urgente extender el debate y encontrar soluciones lo más rápido posible. Hay millones de vidas en juego y tampoco puede olvidarse que en este caso buena parte de la investigación sobre la que se sustentan las vacunas ha sido financiada con fondos públicos.

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