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Columna
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Periodística

El perfeccionado eslogan “Comunismo o libertad” ha tenido un impacto imprevisible. “No damos abasto”, confiesa a todo correr una militante que exuda felicidad

Marta Sanz
La Presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, durante una comparecencia de prensa.
La Presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, durante una comparecencia de prensa.KIKE PARA (EL PAÍS)

Retransmitimos en riguroso directo desde la sede del Partido Comunista de España. Aquí, el perfeccionado eslogan “Comunismo o libertad” ha tenido un impacto imprevisible. “No damos abasto”, confiesa a todo correr una militante que exuda felicidad. La trumpiana disyuntiva es vieja: atenuado el comunismo en socialismo, constituyó el argumento principal para defender la sanidad privada en Estados Unidos. La libertad consiste en poderse pagar un seguro médico con el menor número de excepciones en la letra pequeña. No importa que se mueran —libres de esa libertad de morirse, eso sí— las personas pobres o las víctimas de cánceres que requieren tratamientos carísimos no contemplados en la póliza. Aquí, sin embargo, el revuelo se produce porque hombres y mujeres de todas las edades, recuperados de un periodo de amnesia histórica y pérdida de la conciencia de clase, van llegando masivamente para afiliarse a un partido que fue “el partido” en lucha contra la dictadura franquista; el partido de la Pasionaria y Rafael Alberti; el partido que desempeñó un papel determinante en la transición hacia una democracia sobre la que merece la pena discurrir. Las palabras —también el rictus— de Ayuso han provocado tal reacción de pánico entre la población que a la sede no paran de llegar futuros y futuras militantes comunistas que entienden el sentido profundo de la disyuntiva planteada por Ayuso. Para luchar contra la “libertad” de las privatizaciones, la destrucción de lo público, la regresión ideológica, la depredación de la naturaleza, el agravamiento de las desigualdades, el racismo, el machismo, la rapacidad de la población más rica, el alargamiento de las colas del hambre y el retorno a la confesionalidad del Estado, españoles y españolas acuden a las sedes comunistas para pagar su cuota y pedir su carné. “Yo no sé si soy comunista —declara una joven—, pero de esta libertad seguro que no soy”.

Esta reacción, querida audiencia, no se ha producido solo en Madrid, sino en todo el Estado español. Se rumorea que Alberto Garzón va a abandonar su cartera de Consumo para asumir una responsabilidad histórica. La directiva de Vox se reúne con Ayuso para frenar esta tendencia imparable. Publicistas de la ultraderecha han sido despedidos. La onda expansiva del fervor comunista, socializante, igualitario —se rumorea que grandes fortunas, banca, empresas de telecomunicaciones y eléctricas se preparan para lo peor contratando profesionales del derecho y la psiquiatría— llega incluso a otros rincones de Europa donde cunde el ejemplo español: Portugal, Francia, Inglaterra, Alemania y muy especialmente Italia… Los partidos comunistas reverdecen. “Nos estamos planteando abandonar la coalición electoral”, declara una fuente que, con risilla nerviosa, pide mantener el anonimato. Ahora solo cabe esperar la reacción de Estados Unidos, donde Biden está mostrando su rostro menos diplomático en política exterior. Quizá se cumplan los pronósticos de Rafael Reig en Sangre a borbotones y Estados Unidos inunde Madrid como represalia ante la victoria electoral del Partido Comunista de España. Como decía Vonnegut, quienes escribimos somos el pajarillo que detecta el grisú en el túnel de la mina. Desde aquí, solo deseamos que no maten al mensajero y nos despedimos hasta la próxima conexión.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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