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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La deriva populista en España

La campaña de Madrid y el rumbo de Cataluña abonan la política de extremos

El País
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, antes de una rueda de prensa en la sede del Gobierno regional.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, antes de una rueda de prensa en la sede del Gobierno regional.Emilio Naranjo (EFE)

España avanza con rapidez hacia las turbulentas aguas del populismo y de una polarización cada vez más radical. Las posiciones extremas cobran vuelo, con Madrid como hiperbólico campo de batalla ideológico en el eje derecha-izquierda y Cataluña incrustada en su nefasta y desgarradora dinámica. Por si no fuera suficiente, esto ocurre en medio de una serie de maniobras tácticas de cortas miras o directamente turbias que, con toda probabilidad, deben resultar decepcionantes para un gran segmento de la sociedad española. Muchos ciudadanos, legítimamente, desearían una clase política que atienda con seriedad y sereno diálogo los descomunales retos que España encara. Cunde la sensación de que los cálculos partidistas tienen un peso desmedido. La aciaga moción de censura de Murcia y la convocatoria de elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid han precipitado una dinámica peligrosa.

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Spain’s populist drift

En el flanco conservador, el proceso de reconfiguración concentra varios factores de polarización. El desmoronamiento de Ciudadanos aniquila las esperanzas de contar con un partido bisagra promotor de regeneración, pragmatismo y visiones liberales. La incapacidad de crear una estructura sólida en todo el territorio nacional y múltiples fallos estratégicos han dejado malherida a la formación, quizá en riesgo de muerte. El Partido Popular, a su vez, sufre el magnetismo que el proyecto radical de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ejerce con cada vez mayor fuerza, moviendo el eje del partido hacia la derecha. La victoria en Madrid es una cuestión existencial para el PP; pero lograrla con el discurso de Ayuso significará la probable muerte de la apuesta de moderación que el líder del partido, Pablo Casado, hizo con el discurso de la moción de censura planteado por Vox. Todo ello dejará probablemente como único interlocutor viable del PP precisamente a la formación ultraderechista, que ya acaricia el sueño de tener un peso decisivo —y un papel gubernamental— en la Comunidad de Madrid, vía maestra para acceder a las instituciones.

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Esta dinámica se ve exacerbada por movimientos en el flanco progresista. La decisión del líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, de abandonar la vicepresidencia del Gobierno para competir en los comicios de Madrid exacerba esa contienda, que influenciará mucho la política nacional. Su candidatura asienta el debate en la región capitalina alrededor del absurdo pulso ideológico entre paladines de la libertad contra el comunismo y luchadores antifascistas. Este efecto radical no es bienvenido: Madrid y España necesitan otra cosa. El tiempo dirá qué efecto tendrá esta decisión sobre el Gobierno de Pedro Sánchez. En gran medida dependerá de con qué fuerza salga Iglesias de esa competición. De entrada, pueden subrayarse dos observaciones. Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, que le sustituirá en la vicepresidencia segunda, es una figura política alejada de las retóricas radicales propias de su antecesor, y ha demostrado una alta efectividad en el diálogo con los agentes sociales. Así, previsiblemente, el Ejecutivo no tendrá que sufrir desde dentro la desestabilización de un vicepresidente que consideraba a Puigdemont un exiliado comparable a los que huían del franquismo, o que en pleno pulso con Rusia se alineaba con sus posiciones considerando que España no es una democracia plena. Ello no impide que, desde fuera, pueda ser un factor de desestabilización de otra clase.

En otro plano, Cataluña promete continuar siendo un gran factor de polarización. La elección de Laura Borràs como líder del Parlament y la perpetuación del perímetro independentista en el Govern despiertan los peores auspicios. Todo ello deja en una complicadísima situación al PSOE, que podría intentar proyectar una imagen de moderación y pragmatismo, pero es rehén en su capacidad de gobierno de fuerzas que tiran para otro lado. Un Ciudadanos herido de muerte merma sus posibilidades de diálogo hacia el centro; Podemos tiene un ADN radical; y ERC, pese a su supuesto pragmatismo, persigue objetivos desgarradores. No hay mucho margen para el optimismo de la inteligencia; las voces de la moderación, a ambos lados del espectro político, deben hacerse oír con valentía para contrarrestar los peores cantos de sirena.

Armin Laschet, chairman of Germany's conservative Christian Democratic Union (CDU) party, addresses the media during a press conference at the party's headquarters in Berlin, Germany, on January 25, 2021. (Photo by Michael Sohn / POOL / AFP)

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