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Generación covid

Muchos de los males intergeneracionales en España son anteriores a una crisis, pero la pandemia ha vuelto a golpear justo a los más damnificados en la Gran Recesión

Pablo Simón
Estudiantes
Getty

En España la juventud nunca ha tenido demasiada buena prensa y durante esta pandemia se ha convertido en un conveniente chivo expiatorio. Es verdad que gracias a las redes sociales los tontos tienen un cascabel y cualquier irresponsabilidad se hace viral al instante. Sin embargo, la cruda realidad es que los jóvenes son, de lejos, los más damnificados por las consecuencias sociales y económicas de la crisis actual.

El pasado miércoles 10 de marzo se presentaron las conclusiones del Informe de Juventud 2020, en cuya elaboración participé como investigador. Este estudio incorpora dos encuestas, una en 2019 y otra posterior a la primera ola de covid-19, lo que permite contrastar algunos de los cambios en actitudes y comportamiento de los jóvenes durante la pandemia. La conclusión general es que este virus ha profundizado en nuestros problemas estructurales de equidad intergeneracional.

Sin ERTE que les cubra, su precariedad laboral ha hecho que la destrucción de empleo se cebe particularmente en los menores de 35 años. Esto ha sido especialmente así entre aquellos con menor nivel formativo y empleos manuales, justo los mismos que no han podido teletrabajar y están más expuestos a los confinamientos. Ello apunta cómo la tardía emancipación juvenil en España (hoy en 29.5 años) tiene visos de retrasarse aún más; desde que comenzó la pandemia el deseo de abandonar el hogar familiar ha caído hasta 15 puntos.

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En paralelo, los jóvenes escolarizados han visto mermado su rendimiento durante el periodo de confinamiento, especialmente los de hogares más vulnerables o donde algún progenitor ha perdido el empleo. Felicitémonos por haber reabierto las escuelas o solo se hubiese profundizado en este problema.

El cliché de unos jóvenes insolidarios tampoco encaja bien con los datos de la encuesta; casi la mitad de los jóvenes declaran haber ayudado a vecinos o gente de su entorno durante la pandemia y el 90% declara cumplir con las reglas de los estados de alarma. Dudo que los jóvenes sean seres de luz, pero tampoco creo que sean más insolidarios o incumplidores que el resto de la población española.

Quizá su principal rasgo distintivo es el fatalismo; el 66% de los jóvenes consideran que, tras la pandemia, sus oportunidades laborales y económicas serán peores. No es un temor infundado vistos los datos. Normal así que, solo en la primera ola, ya se viera cómo uno de cada tres jóvenes se declaraba estresado y hasta el 25% bajo de moral o con dificultad para conciliar el sueño, especialmente si eran mujeres.

Muchos de los males intergeneracionales en España son anteriores a una crisis, pero la covid-19 ha vuelto a golpear justo a los más damnificados en la Gran Recesión. Ojalá esto ocupara el tiempo que merece en el debate público, pero todo apunta que, en un país en el que todo parece urgente, seguiremos postergando lo importante.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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