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COLUMNA
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La tormenta perfecta para las mujeres latinoamericanas

Las políticas para sacar a los países de la crisis deben incluir una perspectiva de género y a mujeres que participen en la toma de decisiones. Será la única manera de revertir el retroceso en derechos y oportunidades alimentado por el virus

Cristina Manzano
Una mujer coloca las frutas en su puesto del mercado en Corabastos, Bogotá, Colombia.
Una mujer coloca las frutas en su puesto del mercado en Corabastos, Bogotá, Colombia.GUILLERMO LEGARIA / GETTY IMAGES

Debate virtual sobre el pensamiento feminista en América Latina. Tras exponer las expertas —de reconocido prestigio— su evolución desde los años setenta y su estancamiento desde los noventa, una de ellas repasa las novedades: nuevas conflictividades, interseccionalidad, feminismo de Abya Yala, feminismo indígena, defensa conjunta de los derechos del cuerpo y de los territorios, feminismo trans, afrolatino… Otra le dice que no ha entendido nada y que el feminismo debe centrarse en lo que de verdad importa: brecha salarial, empleo, dignidad en el saber, lucha contra la violencia, trata, pornografía. Según habla se va encendiendo y en un momento dado se levanta y se va. Allá queda en la pantalla su silla vacía. Una metáfora visual de las dificultades del debate no solo latinoamericano, sino global, sobre hacia dónde va el feminismo. Una nueva señal de alerta cuando el mundo se prepara para celebrar el 8 de marzo más atípico.

Mientras, y aparte de los efectos sobre la salud, en América Latina el impacto del coronavirus sobre las mujeres tendrá consecuencias más negativas y a más largo plazo que sobre los hombres. Ocurre en general, pero en la región llueve sobre mojado. En desarrollo y crecimiento, se calcula que la pandemia va a generar una nueva década perdida.

Las cifras son desoladoras: la covid-19 llevará a 118 millones de mujeres latinoamericanas a la pobreza; su participación en la fuerza laboral, que ya era baja (52%), caerá seis puntos; otros 18 millones perderán el acceso a anticonceptivos modernos; un 70,4% de las trabajadoras domésticas —la gran mayoría en situación de informalidad— se ha visto afectada por las cuarentenas; el cuidado de niños, mayores y dependientes ha caído sobre todo en ellas, cuando dedicaban a estas tareas más del triple de tiempo que los hombres antes de esta crisis; el aumento exponencial de la violencia doméstica. Son datos de la Cepal, ONU Mujeres y la Secretaría General Iberoamericana. Las razones son conocidas: informalidad, violencia, el peso de las mujeres en sectores especialmente afectados como la hostelería, la educación, la sanidad o el servicio doméstico, menor acceso a las tecnologías y la digitalización, a las redes empresariales, mayor abandono escolar de las niñas en una región con uno de los mayores índices de embarazos adolescentes. Existe el peligro de que las cifras se queden en una fría descripción de una realidad desbordada por la pandemia. Al menos empieza a haber datos diferenciados por género, tan necesarios para acabar con La mujer invisible de la que habla Caroline Criado.

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Por suerte, también hay numerosas llamadas para que las políticas para sacar a los países de la crisis incluyan una perspectiva de género y a mujeres que participen en la toma de decisiones. Será la única manera de revertir el retroceso en derechos y oportunidades alimentado por el virus.

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