La sonrisa de Lennon
Casi siempre alguien lo ha pensado y dicho mejor, aunque cada generación tenga derecho a creer que su tiempo es único, sus diagnósticos originales y sus soluciones definitivas
Seis días después del asesinato de John Lennon, 100.000 personas se dieron cita en Central Park para homenajearlo. Transcurrieron diez minutos de silencio y entonces empezó a nevar. Los diarios dieron cuenta del fenómeno y reprodujeron un comentario pronunciado en aquel momento: “Es su sonrisa, que empieza a caer desde el cielo encima de nosotros”. El autor de la frase no solo no fue juzgado, quizá porque en aquel Estado ya no regía la pena de muerte, sino celebrado. Algo inadmisible incluso si la nieve cayese en Nueva York, coincidiendo con la muerte de Lennon, en agosto, pero ni eso: era 14 de diciembre. Del suceso dio cuenta la escritora Carmen Martín-Gaite, que escribió en EL PAÍS una tribuna y recordó en ella una especie de cometa que cruzó el cielo tras la muerte de la reina María Luisa de Saboya interpretada como una visión de su espíritu sobre el cielo. Fenómenos a los que se busca no explicación, por todos conocida, sino asociación. Una superchería que existe desde siempre y que Martín-Gaite observó en 1980 a propósito de que “la juventud actual está ansiosa de dioses y que se agarra, como a un clavo ardiendo, a cualquier argumento que el destino le depare para encauzar e institucionalizar esta sed reprimida de religión”; esto sigue vigente hoy en día a la hora de construir cualquier discurso interesado, sin tanta cursilería pero, por el contrario, con aún más fe.
Creo que llego tarde, porque he empezado a descubrir que vivo mejor llegando tarde a ciertos sitios, e incluso a ciertas noticias, pero en las redes sociales uno de los mensajes más virales es el que se construye bajo el lema: “Dos noticias se entienden mejor juntas”, adjuntando dos titulares que, reunidos, inflaman al lector. Se parte con la ventaja histórica de que siempre es más fácil enfadar o alegrar a alguien, es decir, estimular sus emociones, que ponerlo a hacerse preguntas. Y al fin y al cabo si muchas veces una noticia se resume en un tuit, cómo no se va a poder resumir un periódico en dos titulares. La realidad siempre necesitó atajos. No porque no podamos hacer el esfuerzo de comprenderla, sobre todo cuando resulta difícilmente comprensible, sino porque el esfuerzo para ajustarla a nuestras ideas es mucho menor. No es nuevo. Una de las razones por las que llego tarde a ciertos sitios es porque me entretengo leyendo lo que ocurrió antes: muchos de los debates actuales se siguen teniendo en la hemeroteca, y en este país hay mucha y abundante. Lean este párrafo de Martín-Gaite hace 40 años: habla de la gente que compraba “compulsivamente los periódicos con el único fin de que le suministren pasto para incrementar su sensación de pena y orfandad, para alimentar el credo de la naciente y ambigua religión a la que se abandonan y adhieren, sin la más mínima reserva de escepticismo o desconfianza”.
No somos los mejores ni los peores en nada, aunque abusemos en los titulares de los “como nunca”. Casi siempre alguien lo ha pensado y dicho mejor, aunque cada generación tenga derecho a creer que su tiempo es único, sus diagnósticos originales y sus soluciones definitivas. Durante años tuve una sección en Diario de Pontevedra en la que revisaba aniversarios (con el cintillo de “hace 25 años”, “hace 50”, “hace 75”). Un día casi publico una tribuna sin poner el cintillo y solo supe que no era actual no por el contenido, sino por los gerundios. Cómo va a ser nieve la sonrisa de Lennon, incluso muerto, si ni siquiera se sabía con certeza si sonreía.
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