Elecciones de víctimas
En un ‘déjà vu’ perpetuo, los candidatos intercambian idénticos mensajes en unas campañas que son versiones cada vez más anodinas de sí mismas
Ninguna región ha tenido tantas elecciones y tantos ganadores distintos como Cataluña desde 2010. Y ninguna región ha cambiado menos. En un déjà vu perpetuo, los candidatos intercambian idénticos mensajes en unas campañas que son versiones cada vez más anodinas de sí mismas. Porque lo que se juega en los comicios no es quién es responsable del destino de Cataluña, sino quién es víctima de su pasado.
Esta vez los astros se habían alineado para dar una oportunidad única a una clase política catalana que abandonó el famoso oasis y desde hace lustros vaga por el desierto. Los problemas sobre la mesa son inabarcables: la peor pandemia que se recuerda, una crisis económica disruptiva que hundirá muchos negocios y catapultará unos pocos, agudizando las tensiones sociales, y la dolorosa constatación del inapelable declive de Barcelona frente a Madrid. La destrucción es tal que sólo cabía ser constructivo. Además, aterrizaba un candidato nuevo, Illa, que podría proyectar un halo de gestión y moderación a una política identitaria y radicalizada. Gracias a su talante, una mezcla de Gandhi meditativo y funcionario aplicado.
Pero la fuerza del pasado nos hizo repetir. Dos actos y un par de mítines y empezaron a salir los fantasmas de siempre. Los independentistas se sienten víctimas de un Estado español que, a pesar de aparecer tozudamente en todos los listados de democracias plenas habidos y por haber, es pintado como autoritario. ERC, que podría ganar las elecciones, se encomienda a la guía moral de Otegi, de quien supuestamente se puede “aprender mucho” en el camino hacia la libertad. Y son los moderados. Los que cuentan con una estructura de partido sólida y cuadros formados. Junts per Catalunya es puramente una plataforma digital para movilizar voto étnico frente a la colonización española. La balcanización de la política 4.0.
Y, por el otro lado, Vox se ha apuntado también al victimismo, gracias al fascismo de los “antifascistas” —en un episodio, el de Vic, que no sólo no ha avergonzado, sino enorgullecido a muchos catalanes—. Unos, víctimas de las porras de España; los otros, de las piedras de Vic. No son capítulos comparables, pero sí son equiparables los victimismos que despiertan a ambos lados. Es el canto de quien no tiene nada positivo que ofrecer, el tambor de la tribu herida que busca venganza. Todos víctimas, nadie responsable. @VictorLapuente
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