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Columna
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Lo que la pandemia le debe a Trump

Sin el magnate, la pandemia habría sido menos mortífera y no tan severa económicamente, en Estados Unidos y en todo el mundo

Lluís Bassets
En esta foto de archivo, el expresidente estadounidense Donald Trump habla con los periodistas, en la Casa Blanca en Washington (EE UU), el pasado noviembre.
En esta foto de archivo, el expresidente estadounidense Donald Trump habla con los periodistas, en la Casa Blanca en Washington (EE UU), el pasado noviembre.ANDREW CABALLERO-REYNOLDS (AFP)

Sin pandemia, todavía tendríamos cuatro años más de Trump. Pero sin Trump, la pandemia probablemente habría quedado controlada. La pandemia destruye las economías y pone a prueba a todos los gobernantes, y lo ha hecho especialmente con quien exhibía el título de líder del mundo libre. El resultado ha sido “una respuesta caótica, descoordinada y centrada en los Estados que contrasta con la respuesta internacional a la pandemia H1N1 de 2009 y al brote del ébola de 2014”, según el politólogo especializado en salud global Yanzhong Huang (Why the World Lost to the Pandemic, Foreign Affairs, 28 de enero).

Siguiendo su diagnóstico, la diferencia respecto a las pandemias anteriores ha sido su politización desde el primer día y la tendencia a presentarla como una crisis de seguridad en la que peligraba la propia existencia de los países y obligaba a una actitud nacionalista y defensiva. Hubo nacionalismo al principio en la competencia por los suministros de mascarillas y equipos de protección y hay nacionalismo ahora en la carrera por procurarse las vacunas. Y lo peor de todo, el último y más desesperante brote se ha producido allí donde menos se esperaba, en la Comisión Europea.

Las responsabilidades están repartidas, pero las de Trump se duplican. Por su actitud pionera en la politización y en la confrontación nacionalista, su negacionismo y su ausencia dolosa y nada ejemplar como líder de la comunidad internacional. Sin Trump, la Organización Mundial de Salud y el Consejo de Seguridad habrían jugado el papel relevante que les corresponde, China habría colaborado con Estados Unidos en la gestión de la crisis y Europa habría seguido. Trump, en cambio, quiso aprovecharla para demonizar a China y avanzar en la destrucción de las instituciones internacionales, confiando en la milagrosa desaparición del virus o la llegada de las vacunas antes de las elecciones, y se ha ido con el baldón del récord mundial de infectados, 25 millones, y de muertes, 430.000.

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Sin Trump, la pandemia habría sido menos mortífera y no tan severa económicamente, en Estados Unidos y en todo el mundo. Ahora que ya se ha ido, el trumpismo de la politización y del nacionalismo sigue todavía instalado entre nosotros, como demuestra la desigual distribución de las vacunas y las vergonzosas peleas por los suministros. Trump debe la derrota a la pandemia, pero la pandemia también debe a Trump gran parte de su siniestro éxito.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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