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Columna
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Política como los animales

A una parte considerable de la derecha política española le ha salido una fobia difícil de explicar contra las mujeres

Jorge M. Reverte
Una mujer pasa por el mural feminista en el polideportivo municipal de la Concepción en el distrito de Ciudad Lineal.
Una mujer pasa por el mural feminista en el polideportivo municipal de la Concepción en el distrito de Ciudad Lineal.OSCAR DEL POZO (Europa Press)

Ignoro por qué, pero a una parte considerable de la derecha política española le ha salido una fobia difícil de explicar contra las mujeres, que son la mitad aproximadamente de esa tendencia. La bronca surgida en el distrito madrileño de Ciudad Lineal por un mural en el que se elogiaba la lucha de las mujeres por sus derechos llevó a una alianza temporal entre PP, Ciudadanos y Vox, pero ha sido felizmente resuelta por Begoña Villacís, a favor de la permanencia del mural.

Les dan ataques de fobia a esa derecha sobre todo cuando esas mujeres saben leer y escribir y no son blancas. Pero en eso han experimentado un avance. Les es igual Rosa Parks, la afroamericana que se negó a ceder su asiento de un autobús público, que la astronauta rusa Valentina Tereshkova. Han mejorado mucho. Cualquier día nos despertamos con la noticia de que Vox considera igual el esfuerzo que tendría que hacer un hombre para conseguir algo que el de una mujer en similares condiciones.

Pero estamos en la política ficción. Hoy lo que es pertinente es preguntarse por qué el PP y una parte muy importante de Ciudadanos han llegado al punto de identificarse, por abajo, por supuesto, con Vox en su consideración sobre las mujeres. Y también resulta importante el papel de nuestro legítimo alcalde, en quien alguien ha descubierto un alma centrista en un salvaje capaz de destruir con piquetas los versos de Miguel Hernández.

Los vecinos del barrio muestran su felicidad por la victoria sobre la política. Y es justamente esa política la que ha servido para que hayan conseguido mantener su mural, y ensalzar el trabajo de las mujeres.

Porque solo Vox puede alegrarse de que la política desaparezca. Votar, por ejemplo, es hacer política, y votar contra lo que la ultraderecha sostiene es hacer política democrática.

Hay, por fortuna, cada vez más mujeres que piensan que en ella reside lo bastante para progresar, para conseguir lo que sea necesario en la vida para vivirla.

La ultraderecha, incluidas las mujeres que la votan, ven a las hembras de cualquier especie como el receptáculo perfecto para los deseos viriles de sexo o de comida. Una mujer es la cuidadora de la camada.

¿Qué quiere decir que los políticos alejen sus manos del arte? Pues, a largo plazo, que Vox ha ganado la batalla. Que se va a poder ir al Capitolio.

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