Las ‘trumpitas’ del Apocalipsis
La maquinaria de producción de titulares envenenados, como balas de plata, es incesante
Y los trumpitos, que conste. En definitiva aquí, más que las trompetas del Apocalipsis con las que se anuncian las catástrofes bíblicas, hay trumpitas y trumpitos apocalípticos haciendo sonar catástrofes retóricas a diario. No hay día sin tralla, ya sea un debate de fondos europeos o un relevo ministerial. La maquinaria de producción de titulares envenenados, como balas de plata, es incesante. Ayuso sostenía estos días que el Gobierno “sólo aparece para hacer propaganda y todo lo demás le da igual”. “Ni siente ni padece lo que está pasando en este país”, añadía. Esa clase de mensajes, a la medida de un tuit de Trump, sólo persigue la máxima polarización con el enemigo. Y no es algo que únicamente practiquen Ayuso o Echenique, aunque destaquen por su falta de escrúpulos. La sociedad se ha familiarizado con ese estilo político y ha ido adquiriendo tolerancia. Ya se sabe, desde Paracelso, que el veneno no es una sustancia sino una dosis tolerable: “Todo es veneno y nada es veneno, sólo la dosis hace el veneno”.
El Gobierno ha salvado el decreto trascendental de los fondos europeos, que merecía un gran consenso, con Bildu y Vox. Eso ya da una idea de la mascarada. El PP habla de “cóctel letal para el clientelismo y la corrupción” tras admitir que desconoce el fondo del plan, Calvo acusa al PP de estar “instalado en la destrucción absoluta”, pero no a su socio de ERC que vota lo mismo porque el decreto, dice, “está hecho para gente como Florentino Pérez”. El PP acusa a Vox de “salvavidas de Sánchez”, sí, a Vox, y Vox se limita a defender su sentido de la responsabilidad, sí, Vox, mientras Cs se apunta al eslogan facilón de que “sólo quieren ponerle la pegatina de Gobierno de España” y el PNV resuelve con un “les vamos a sacar las castañas del fuego” con chulería perdonavidas. La sustancia del decreto, sus virtudes o defectos, queda perdida bajo la lógica del espectáculo.
No es nuevo que la política recurra a la demagogia fácil con mensajes pulidos mediante las herramientas del marketing. Cuando McGinniss escribió The selling of the President ya había un buen arsenal. Y era Nixon. Años después, Neil Postman, en Divertirse hasta morir, observaba cómo la política había llegado a hacerse a la medida de la cobertura de las televisiones, y no la cobertura de las televisiones a la medida de la política. Así que el populismo no innova, sólo eleva la dosis hasta la cantidad que convierte aquello en veneno. Ya no se trata de oportunismo, sino de polarizar para reforzarte. Ahora toca vacunas, para sostener que “el Gobierno está llegando tarde al material para suministrar vacunas [...] El plan de vacunación de Sánchez es un fracaso”, con tres mentiras en menos de veinte palabras. Notable. ¿Cómo le puede pedir Madrid a La Moncloa “que vaya a Bruselas y exija más vacunas y un ritmo de vacunación mayor para España” a sabiendas de que es irreal? Pues precisamente por eso. Elevando la dosis a veneno.
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