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ELECCIONES ESTADOS UNIDOS 2020
Columna
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La tarea de Biden

No se puede reconstruir una nación si aquellos que amenazan con destruir sus fundamentos democráticos se sienten legitimados en ello

Jorge Galindo
Doug Emhoff, la vicepresidenta Kamala Harris, la primera dama Jill Biden, y el presidente electo de Joe Biden llegan al Capitolio para la toma de posesión de este último como el 46° presidente de Estados Unidos.
Doug Emhoff, la vicepresidenta Kamala Harris, la primera dama Jill Biden, y el presidente electo de Joe Biden llegan al Capitolio para la toma de posesión de este último como el 46° presidente de Estados Unidos.J. Scott Applewhite (AP)

El 8 de septiembre de 1974, el presidente Gerald Ford firmaba la Proclamación 4311. Era sucinta y directa: otorgaba a su predecesor, el dimitido Richard Nixon, un indulto “completo, libre y absoluto”. Por esas fechas, la aprobación de Ford se desplomó en las encuestas: del 70% a menos del 50%. Nunca se recuperó.

Lo que Ford no entendió, sugiere la historiadora Nicole Hemmer, es que “los estadounidenses sentían que Nixon tenía que ser sujeto a responsabilidades por sus crímenes”: el espionaje político y el intento de taparlo. Asumió, en vez de eso, que la división partidista solo podía resolverse pasando página: que existía un dilema entre unidad y rendición de cuentas.

Peter Meijer, representante a la Cámara por Michigan y uno de los 10 republicanos que votaron por el segundo impeachment de Trump, lo ve justo al revés: “La unidad tiene que venir después de la rendición de cuentas”. Es algo que ha repetido en numerosas ocasiones desde la invasión al Capitolio. Se refiere a Trump y a todos sus colegas de partido que han mantenido, que han avivado de hecho, la llama del extremismo.

Joe Biden llega a la presidencia tras una carrera hecha a base de, como dicen en EE UU, “cruzar al otro lado del pasillo”: encontrarse con la oposición, buscando puntos en común. Centrándose, en definitiva, en la unidad. En la experiencia de Ford, como en las palabras de Meijer, hay una advertencia fundamental: no se puede reconstruir una nación si aquellos que amenazan con destruir sus fundamentos democráticos se sienten legitimados en ello. Había discursos de “pasar página” sin más entre las filas republicanas el 6 de enero, en los instantes previos a ser interrumpidos precisamente por aquellos que no estaban dispuestos a hacerlo. Esta situación se repetirá durante los próximos años, con toda probabilidad: escucharemos voces que llaman a olvidarlo todo y mirar hacia adelante mientras EE UU enfrenta un ciclo de terrorismo interno, desde el etnonacionalismo, como no recuerda desde los tiempos de los derechos civiles, del Ku Klux Klan.

Una de las tareas más complicadas de la Administración de Biden-Harris será, precisamente, distinguir entre aquellas llamadas a la unidad que llegarán del otro lado con sinceridad y aspiraciones de rendición de cuentas y aquellas que vendrán vacías de significado o preocupación por el futuro de la nación, pero llenas de miedo y de cinismo. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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