El gran salto de Europa
Por primera vez tendremos a la UE endeudándose de manera autónoma


Hace un año, la Unión Europea afrontaba una tesitura compleja. Tras las elecciones del Parlamento Europeo, que arrojaron una importante fragmentación, tocó renovar las principales instituciones europeas. Un equilibrio complejo e incierto en una Europa que cada vez parecía más débil ante el unilateralismo de Donald Trump, la falta de instrumentos de gobernanza de la zona euro, una crisis de los refugiados cerrada en falso, el Brexit en un impasse inagotable y el creciente desafío al Estado de derecho dentro de sus fronteras.
Parecía que la pandemia iba a ser otro frente más y, sin embargo, si uno mira hacia atrás, parece increíble que hablemos de la misma Unión. A diferencia de la Gran Recesión, el Banco Central Europeo se ha lanzado a cubrir el endeudamiento de los Estados. Hace escasos meses, parecía impensable que se aceptara algún mecanismo europeo para cubrir el desempleo, pero ya tenemos el SURE en marcha. La troika está muerta y enterrada, reciclada en una línea de créditos baratos para financiar gasto sanitario. E, incluso, con frugales resistencias, por primera vez tendremos a la UE endeudándose de manera autónoma y un paquete (quizá insuficiente, pero bienvenido) de transferencias directas a los países más golpeados por la pandemia.
Dicen que la UE se crece en las crisis y lo cierto es que el salto de gigante dado en 2020 ha sido paralelo a la magnitud de la catástrofe. Que hoy la UE esté vacunándose al unísono es la prueba de que se puede estar razonablemente satisfecho de cómo ha respondido en esta ocasión. Lo bueno conviene recordarlo también, por más que el tipo de crisis no haya sido irrelevante. Que el golpe de la pandemia sea exógeno, que no se pueda acusar a los miembros de riesgo moral (“¡tú te lo has buscado!”) ha sido decisivo para vencer resistencias. Lo ha sido a nivel de los gobiernos e incluso de las opiniones públicas en un contexto en el que Europa fue cogida totalmente por sorpresa.
Esto no significa que todo sea cosa hecha y que las crisis en el congelador hayan desaparecido. La amenaza a la democracia en países miembro sigue siendo muy real, tanto como saber qué lugar queremos ocupar en el mundo con un Brexit por gestionar. Además, si los fondos europeos se invierten de manera ineficaz, todo el capital político de esta operación quedará en agua de borrajas, fortaleciendo a los contrarios a la integración. Sin embargo, quizá si algo se ha entendido bien desde Europa es que, en un mundo interdependiente, la gestión de riesgos debe ser compartida. Y es que, a pesar de sus errores, problemas pendientes y múltiples enemigos, hoy la UE sigue siendo la principal plataforma para demostrar que otra globalización es posible.
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