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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Duplicidades tóxicas

El Gobierno de coalición no puede permitirse utilizar dos voces, debilita su posición internacional

Felipe VI, Pablo Iglesias y Arancha González son recibidos por Andrónico Rodríguez, presidente del Senado boliviano, a su llegada a Bolivia para participar en la toma de posesión del presidente Luis Arce.
Felipe VI, Pablo Iglesias y Arancha González son recibidos por Andrónico Rodríguez, presidente del Senado boliviano, a su llegada a Bolivia para participar en la toma de posesión del presidente Luis Arce.Martin Alipaz (EFE)

España no puede ser equívoca en su política exterior. Un Gobierno, aunque sea de coalición, debe hablar con una sola voz y tener una sola agenda internacional. No tiene sentido que un vicepresidente del Gobierno como Pablo Iglesias impulse, en discrepancia con la línea oficial del Ejecutivo, prioridades de partido en el ámbito de la política internacional y de las relaciones con Gobiernos extranjeros. Esto es lo que sucedió en el viaje a la toma de posesión del nuevo presidente de Bolivia, a la que el vicepresidente segundo acudió junto al Rey y a la ministra de Exteriores e impulsó su propia agenda y sus alianzas políticas al margen de la posición oficial, y también, en otra circunstancia, con un tuit reciente sobre la situación del Sáhara Occidental en el que Iglesias defendió la resolución de la ONU a favor de un referéndum de autodeterminación. Las ideas son legítimas, pero la posición de vicepresidente requiere que se vele por la coherencia de la acción gubernamental.

Las consecuencias de la falta de disciplina del Gobierno son serias. La cacofonía y las divisiones entre sus ministros más relevantes debilitan la credibilidad y la imagen internacional del Ejecutivo. Y todavía más cuando no son producto de una falta de atención, sino consecuencia de la exhibición de una estrategia política —marcar perfil diferenciado respecto al PSOE— durante la negociación de los Presupuestos.

La diferencia de posiciones entre las dos formaciones coaligadas en el Gobierno resulta más que ostensible. Podemos se inspira en el populismo izquierdista latinoamericano frente a la inequívoca matriz socialdemócrata del PSOE. Es una formación con una cierta añoranza del mundo bipolar, en el que el bloque comunista frenaba a la superpotencia americana y atemorizaba a las clases acomodadas de todos los continentes, mientras que el PSOE es un partido que abandonó el izquierdismo antiatlantista y tercermundista hace casi cuatro décadas e incorporó a España a las instituciones europeas. Uno es europeísta de circunstancias, todavía en la estela de la tópica denuncia de la Europa de los mercaderes y de los burócratas prolongada durante las nefastas políticas de austeridad, mientras que la socialdemocracia es una de las ideologías fundacionales y de centralidad indiscutible en el proyecto europeo.

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Tan enormes discrepancias no tienen por qué hacer inviable la coalición. Estas pueden resolverse. Y pueden airearse en el plano interno. Pero el internacional es diferente. Otros Gobiernos toman nota, y hace daño que pueda interpretarse que en el Ejecutivo español hay dos agendas de prioridades, en este caso con un vicepresidente que quiere constituirse en líder de la izquierda populista internacional, en vez de concertar y acordar una política exterior única y coherente. La política exterior debe ser una sola porque es una política de Estado en la que se juegan la seguridad y la estabilidad del país. No cabe airear en el escenario global diferencias entre los socios en un área tan delicada.

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