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Después de la sequía, vivimos ahora una plétora de series y documentales sobre el terrorismo de ETA y la pesadilla social que supuso... cuyos efectos están lejos de haberse disipado
Después de la sequía, vivimos ahora una plétora de series y documentales sobre el terrorismo de ETA y la pesadilla social que supuso... cuyos efectos están lejos de haberse disipado. Esas producciones podríamos jerarquizarlas de acuerdo con su utilidad para los espectadores, según su nivel de información sobre lo ocurrido. Recurriendo a la anticuada clasificación moral de las películas, las hay para todos los públicos, para menores (en conocimientos) acompañados (por gente que les explique lo que les cueste entender), para mayores con reparos (no verlas haciendo la digestión o en momentos depresivos) y las gravemente peligrosas. Estas no alivian la conciencia de nadie ni ayudan a dar carpetazo al asunto, sino que muestran dónde persiste enquistado el veneno. Son las más interesantes, solo para adultos formados. Entre ellas destaca Bajo el silencio, el magistral documento de Iñaki Arteta. No se ocupa de lo que pasó, sino de lo que Unamuno llamaba “intrahistoria”: el discurso más o menos articulado que hoy quizá deplora, pero desde luego legitima lo que pasó. De las intervenciones, todas sugestivas, ha causado impacto la franqueza no muy cristiana del párroco de Lemona, pero a mí me parece más interesante por su papel social la ominosa reticencia del director de una ikastola. Las argumentaciones brumosas, contradictorias y llenas de falsedades pueriles no solo se deben a la falta de luces (en algunos casos evidente) sino a un dogma ambiental del que casi nadie se atreve a discrepar. Ahora se puede lamentar ya la violencia pero no la ideología política que llevó a ella. Por eso en el vídeo que Gogora ha hecho para enseñanza moral de los escolares no se menciona a ETA. Y por eso nunca veremos en ETB una necesaria retrospectiva de los documentales de Iñaki Arteta.
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