Internet, las excusas y el control
Nació como proyecto de vigilancia del Ejército de Estados Unidos y, aunque fue aupado por investigadores, ‘hackers’ y libertarios, hoy vuelve a su forma original
Internet es cada vez menos libre. Tras investigar en 65 países que suponen el 89% de los usuarios de la Red en el mundo, Freedom House ha concluido que esto lleva pasando 10 años. En algunos casos, constata la organización estadounidense, la pandemia está sirviendo de excusa a los Gobiernos para atar más en corto a los ciudadanos. En más de 20 países se han introducido restricciones desmedidas, silenciando a usuarios y a medios por publicar críticas o estadísticas desfavorables sobre el coronavirus. En China, entre enero y mayo, se censuraron más de 2.000 términos en las plataformas de mensajería más populares. Si, por ejemplo, un ciudadano le preguntaba a un amigo algo sobre la “neumonía desconocida en Wuhan”, este no recibía el mensaje, o solo algunas partes.
El control no solo ha venido por la covid-19. En Estados Unidos, el pretexto han sido los disturbios raciales. Se han adoptado nuevas herramientas de vigilancia y varios detenidos se enfrentan a cargos penales por su actividad online durante las protestas.
En la Unión Europea, donde el derecho comunitario es más garantista con la privacidad y las libertades en la Red, hasta hace dos semanas estaba prohibido transmitir o guardar de forma masiva datos sobre el tráfico y la localización. Pero Francia, Bélgica y el Reino Unido solicitaron más instrumentos de vigilancia. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) acaba de abrir esa puerta: siempre que esté en juego la seguridad nacional se podrán espiar masivamente los móviles y las conexiones a Internet. Como el TJUE deja un margen a la interpretación, al final cada Estado podrá determinar cuándo existe una amenaza grave.
Varias conclusiones. Primera: la tecnología siempre va por delante de la ley y los ciudadanos hemos pasado a ser datos medibles, almacenables, gestionables. Segunda: la pandemia, como cualquier crisis, ha llevado a muchos dirigentes a normalizar el uso de herramientas que antes se consideraban invasivas. Tercera: pese a lo anterior, no todas las medidas responden a una deriva autoritaria. Las aplicaciones de rastreo anónimas son útiles y es una lástima que los Gobiernos no favorezcan su implementación y que la población no se las descargue. Cuarta: por mucho que en sus inicios Internet se usase como sinónimo de libertad, plantear hoy esa semejanza es muy iluso. Nació como proyecto de vigilancia del Ejército de EE UU y, aunque fue aupado por investigadores, hackers y libertarios, hoy vuelve a su forma original. Al igual que el mundo no virtual, padece el nacionalismo, los sesgos y la crispación.
Como dice Shoshana Zuboff, el siglo digital debía democratizar el conocimiento, pero este se está concentrando en pocas compañías que acaparan la capacidad de entender esa información.
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