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Columna
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Indultan a Evo Morales

Los electores que tenían poco o nada votaron al sustituto del expresidente, perdonando el abuso del poder y de las instituciones a cambio de ciudadanía y ayudas

Juan Jesús Aznárez
Luis Arce celebra el resultado junto al candidato a la vicepresidencia, David Choquehuanca.
Luis Arce celebra el resultado junto al candidato a la vicepresidencia, David Choquehuanca.UESLEI MARCELINO

El ganador de las generales de Bolivia, el economista Luis Arce, es hijo de la clase media, un término elusivo en el análisis de su estructura y comportamiento político en América Latina, bien sea como factor de estabilidad, involución o arbitraje electoral. En Brasil se hermanó con las dictaduras militares, en Argentina, contra los descamisados peronistas, y en el país andino parece validar la potencialidad revolucionaria atribuida por Samuel Huntington a las clases medias de las naciones subdesarrolladas: la capacidad de causar alteraciones políticas durante su transición hacia la modernidad y la consolidación del estatus. El dinamismo y expectativas de ese heterogéneo sector, benevolente con las pulsiones totalitarias de Evo Morales, y agrandado por los pobres que dejaron de serlo gracias al asistencialismo y transformaciones socioeconómicas de su capitalismo de Estado, determinaron la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS).

Los electores que tenían poco o nada, mayoría en el padrón de un país con más del 40% de su población, indígena, recibieron derechos y seguridad social y votaron al sustituto del expresidente, perdonando el abuso del poder y de las instituciones a cambio de ciudadanía y ayudas. El descifrado de la precaria clase media boliviana, sus desplazamientos hacia la derecha o la izquierda, es averiguación de amplio espectro porque la perfilan elementos coloniales y raciales, la Revolución de 1950, el sufragio universal, la reforma agraria y la estatalización minera de Víctor Paz y Hernán Siles; también, las epidemias de hiperinflación, cuartelazos, regímenes castrense, y los ajustes, privatizaciones y el reordenamiento del gasto público del Consenso de Washington.

Su protagonismo político, sin una marcada orientación ideológica, más allá de las puntuales invocaciones a Marx y la Biblia, son el resultado la historia, la escolarización, el trabajo y los ingresos. Luis Arce ganó porque es tributario del aumento de la renta per cápita entre 2006 y 2015 con la exportación de materias primas encarecidas. La inversión pública de ese periodo se septuplicó y la catarata subsidios y programas sociales se tradujo en agradecimiento, votos y clientelismo. El triunfo de exministro de Morales es obra del electorado popular e indígena, incluida la burguesía chola y la inmigración rural en las ciudades: un grupo social subdividido en ramales, demandas y conceptualizaciones diferentes: doctrinarias, étnicas y, fundamentalmente, económicas.

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La rotundidad de la CEPAL sobre una nueva estratificación social en Bolivia, concluyendo que el 30% de sus nacionales pasó de pobre a clase media con las políticas redistributivas de los últimos catorce años, es discutible porque si bien las transferencias monetarias mejoraron la vida de los bolsones indigentes, su vulnerabilidad frente a la pandemia y la recesión, la reversibilidad de su bienestar, desaconsejan categorizarlos en ese estrato. El nuevo presidente deberá seguir tutelándolos sin dinamitar la división de poderes, dirimiendo con sabiduría el transcendente enconamiento entre la derecha criollo-mestiza de Santa Cruz y el indigenismo dogmático.

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