La capital
En esta ciudad la luz es soberbia incluso con polución, la sequedad da un tono sobrio y adusto a los habitantes, el orden es de geometría variable en casi toda la urbe menos en su centro histórico


Me vine a vivir a Madrid hace ya 10 años. Había cursado allí estudios universitarios, pero la mutación en 30 años ha sido explosiva. En esta ciudad la luz es soberbia incluso con polución, la sequedad da un tono sobrio y adusto a los habitantes, el orden es de geometría variable en casi toda la urbe menos en su centro histórico. Podría ser una ciudad de la Europa central, racional, clara, elegante y moderna. Ser una ciudad moderna es justo lo contrario de ser “modernista”, claro.
Estoy leyendo un libro muy bueno. Se titula Madrid y es de Andrés Trapiello. Acaba de editarlo Destino y me da la impresión de que será un perfecto regalo navideño porque es extenso, abundante e ilustrado como un senador del Ochocientos. No es una historia de Madrid, ni una guía para forasteros, sino una nueva confidencia de su autor, el mejor memorialista que tiene el país. Nos cuenta la historia de Madrid, sí, pero desde la suya, de modo que la ciudad va emergiendo en su evocación a la manera de Atenea, que salió de la cabeza de Zeus armada hasta los dientes. Al leer las páginas que cuentan cómo se vino a Madrid tras una trifulca familiar, he recordado también mi llegada a Madrid, como estudiante, tras la última bronca paterna. La vida de Trapiello ha sido mucho más poética que la mía, pero ambos nos vinimos aquí huyendo de la sumisión.
Dado que Madrid vuelve a ser una ciudad asediada, combatida y resistente es momento de verla crecer con la vida que le da Trapiello y pasearla según lo que nos cuenta en cada capítulo. Es muy española la antipatía que provoca la capital de España en aquellos que soportan mal la insumisión. Pero puede curarse mediante la lectura de esta sinfonía literaria llamada Madrid. Y lo aviso hoy, que es martes y 13, en pleno encierro.
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