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Columna
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Un país sin oposición

Son muchas las preguntas no formuladas por una derecha que cree que puede alcanzar el poder dedicándose solo a machacar al Gobierno

Elvira Lindo
Pablo Casado reunió al comité de seguimiento de la covid del PP tras declararse el estado de alarma en Madrid.
Pablo Casado reunió al comité de seguimiento de la covid del PP tras declararse el estado de alarma en Madrid.DAVID MUDARRA (EFE)

Si hubiera oposición, ay, si la hubiera. Si contáramos con esa oposición que comprende la importancia de una labor fiscalizante y correctora, todas esas preguntas que pudieron surgirnos tras escuchar los planes del Gobierno para los próximos tres años serían de alguna manera respondidas. Y había muchas preguntas que formular a ese catálogo de buenas intenciones. Si hubiera una oposición que hiciera su trabajo estaría exigiéndole al Gobierno concreción, se le pediría que rindiera cuentas antes de gastar, que explicara, por ejemplo, de qué manera 72.000 millones se traducen en transformar el país, en conectarlo de arriba abajo para facilitar la producción rural, para que no perdamos la oportunidad de ser pioneros de la transición ecológica y podamos permitirnos otro modelo productivo menos frágil, no tan dependiente del turismo. Son las grandes preguntas que alimentan hoy el debate europeo. Estaban ya sobre la mesa antes de la covid-19, pero ahora se han convertido en cuestiones urgentes. Es exasperante cómo en España la estrategia de la derecha de enmarañar la vida pública para esconder sus pecados nos desvía continuamente de aquello que nos concierne. Estamos tan atrasados que hasta seguimos creyendo que la inversión verde es un camelo de la izquierda, sin advertir que es nuestra única salida. Mientras las ciudades europeas aprovechan el parón para estudiar cómo reducir los gases contaminantes y favorecer la vida de barrio, eso que llaman la ciudad de los quince minutos, aquí la derecha se aferra al automóvil en aras del egoísmo individual; no de la libertad, como suelen decir. Es insólito también observar cómo escasean voces intelectuales que entiendan la universalidad de ciertas causas. Las actitudes arrogantes, sarcásticas, nihilistas, responden al resentimiento por haber perdido la conexión con la realidad, y solo sirven para alimentar la inercia destructiva de una oposición que no pregunta, y que al no preguntar elude asuntos esenciales como la educación y la investigación, los dos ejes sobre los que repensar un país que ya ha quedado maltrecho con el batacazo de esta segunda crisis. No seremos nada si este país se llena de parados, si la mujer trabajadora da un paso atrás, si no garantizamos una buena educación para los humildes. Estaremos condenados al atraso. Pero no existe una oposición a la que eso interese, ni con afán de crítica ni para arrimar el hombro. Andan ahora engolfados con el caso Dina, que nadie acaba de entender y no tiene mucho fuste por más que corran ríos de tinta. Parece un asunto que compete a Sálvame más que a un tribunal, aunque ahora cualquier asunto acabe sometido a lo jurídico, lo cual aumenta la popularidad de los jueces, pero tal vez esté disminuyendo su prestigio.

En otro momento podríamos calificar esta actitud de la oposición como una cierta inclinación cañí a la marrullería, pero en este presente no hay tiempo para el casticismo: la falta de compromiso con el futuro es peligroso. Esta semana el rector de la Universidad de Sevilla abroncaba al Gobierno de la Junta de Andalucía por haber desviado un dinero destinado a paliar los efectos de la covid-19 en las aulas a shows del Canal Sur (entre ellos, el de Bertín). El buen discurso del rector Castro nos representaba a todos los que creemos que ahora más que nunca debe haber mecanismos de control del gasto que indiquen dónde es prioritario invertir. Entre los planes del Gobierno que anunció el presidente Sánchez se nombró la inversión en el sistema educativo. Se me ocurren preguntas: ¿cómo paliará esta inyección europea la creciente desigualdad entre clases sociales y entre zonas de España?, ¿se velará el camino de cada euro para que llegue a donde debe?, ¿este amparo económico nos hará al fin menos frágiles?

Son muchas las preguntas no formuladas por una oposición que cree que puede alcanzar el poder dedicándose solo a machacar al Gobierno. A ver si va a ser verdad lo que preconiza Iglesias y resulta que así no van a llegar a ninguna parte.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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