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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Viraje chino

El país asiático iniciará en pocas semanas la estrategia llamada de “circulación dual”, en la que prevé mantener la competitividad en las exportaciones mientras hace crecer la demanda interna

Asistentes este sábado al salón del automóvil de Pekín.
Asistentes este sábado al salón del automóvil de Pekín.WU HONG (EFE)

Al frenazo del coronavirus en China, el país donde precisamente se originó la pandemia, está siguiendo una especie de milagro económico que permite vislumbrar una verdadera recuperación en V frente a la recesión que el FMI prevé a nivel global (caída del 4,9% en 2020) y las caídas que alcanzan el 8% en EE UU o el 12,8% en España. La economía china se recupera con vigor y prevé cerrar el año con un 1% de crecimiento después de una política de estímulos que ha funcionado especialmente en las clases adineradas frente a las más humildes, aún muy paralizadas. Crece la producción industrial, crece el consumo, las ventas inmobiliarias y hay sectores que incluso alcanzan mejores cifras que hace un año.

Pero ese crecimiento es desigual. Las franjas más rurales y desfavorecidas, que viven con menos de 650 euros al año, no solo no han recuperado el consumo sino que nunca se habían sumado a esa demanda. En busca de ese mercado, el Partido Comunista Chino iniciará en pocas semanas la estrategia que ha dado en llamar de “circulación dual”, en la que prevé mantener la competitividad en las exportaciones mientras hace crecer la demanda interna. La integración de ambas es el objetivo de su próximo plan quinquenal en una remodelación de su modelo de capitalismo que suscita numerosos interrogantes entre todos los observadores. Mejorar el nivel de ingresos de la población más desfavorecida es un camino obvio, pero choca con un mantenimiento de esa competitividad en el exterior que pasa por salarios muy bajos y una escasa calidad en la oferta. Sumado a las dificultades que encuentra la tecnología china frente a la guerra comercial con EE UU, a capítulos como la represión impuesta en Hong Kong o el retraso en sumarse a la imprescindible lucha contra el cambio climático —esta semana Pekín ha anunciado su intención de aumentar los compromisos contra las emisiones— el proyecto chino se presenta como una prueba de modernización de la que cabe exigir se encuadre en un mayor respeto a los derechos humanos y unas relaciones internacionales estables y apropiadas.

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