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Columna
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Joe y Kamala, la extraña pareja

Harris aporta la fuerza para el cambio frente a Biden, que simboliza la vuelta a un viejo pasado anterior al destrozo democrático y social de Trump

Francisco G. Basterra
Joe Biden y Kamala Harris en la Convención Nacional Demócrata.
Joe Biden y Kamala Harris en la Convención Nacional Demócrata.KEVIN LAMARQUE (Reuters)

Joe y Kamala, la extraña pareja colocada por el destino entre los ciudadanos estadounidenses. Un casi octogenario blanco y una mujer de 55, jurista, senadora por California, negra, hija de inmigrantes asiáticos. Si el ticket es elegido el 3 de noviembre, Joe Biden ya ha anunciado que será un presidente de transición, de un solo mandato —ha cumplido 77 años— que hará de puente generacional en un país cuya edad media es de 38 años, una nación de millennials. Kamala Harris estará a un latido de corazón del Despacho Oval. Dos por el precio de uno.

Biden, católico, irlandés, clase media: hijo de un padre que vendía coches usados. Labrado por 50 años de vida pública, 35 de ellos como senador y ocho como vicepresidente de Obama. La historia de Joe está marcada por la desgracia familiar: perdió a su primera mujer y a su hija pequeña en un accidente automovilístico y luego a su hijo mayor, víctima de un cáncer cerebral. Pruebas que superó y le imprimieron carácter, lo mismo que dos fracasos en sendos intentos de alcanzar la Casa Blanca.

¿La tercera será la vencida? Puede. Políticamente es un moderado. El polo opuesto del peligroso socialista del que habla Donald Trump, el presidente más extravagante de la era contemporánea. Pero Biden entiende que EE UU necesita una transformación real, que palíe una desigualdad insoportable, una sanidad inalcanzable todavía para millones de ciudadanos, enterrar el racismo estructural aún persistente.

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Su plataforma electoral reconoce la importancia de dar la batalla contra las consecuencias del cambio climático y propone incrementar el paraguas sanitario reforzando la opción pública. No cree, sin embargo, en la sanidad con el Estado como único pagador. Estamos ante un político pragmático, sin carga ideológica, convencido de que el cambio necesario no vendrá desde el radicalismo de los extremos, sino desde el centro. Una gran empatía es su trazo de personalidad más acentuado, útil para sanar una nación enferma.

Biden convierte la elección de Harris como vicepresidenta en su principal mensaje electoral. Refleja la diversidad del país. Consolidará el apoyo de los votantes negros y también de las mujeres blancas, los jóvenes, los inmigrantes y otras minorías. Confirma el ascenso del poder femenino y permite soñar en una presidenta de color. Kamala aporta la fuerza para el cambio frente a Biden, que simboliza la vuelta a un viejo pasado anterior al destrozo democrático y social de Trump.

Biden confía, quizás en exceso, en la baza de convertir la elección en un plebiscito sobre Trump. La catastrófica gestión de la pandemia, casi 200.000 muertos, más de tres veces las víctimas de la guerra de Vietnam y el destrozo de la economía, destinada a ser el principal argumento de Trump para repetir mandato, son los principales argumentos para el cambio en la Casa Blanca. Porque los estadounidenses no viven ahora mejor que hace cuatro años. Pero la partida no está aún decidida.

fgbasterra@gmail.com


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