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Columna
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La captura del BID

El objetivo del Gobierno de Donald Trump es contrarrestar la gravitación de China en el continente

Carlos Pagni
Mauricio Claver Carone, nuevo presidentel del BID.
Mauricio Claver Carone, nuevo presidentel del BID. Xavier Dussaq

Donald Trump capturó el BID. Mauricio Claver-Carone, el responsable de la política latinoamericana de la Casa Blanca, fue elegido el sábado pasado presidente del BID. Fue el desenlace de una carrera de obstáculos. Sobre todo en la opinión especializada. Expresidentes de la región y expertos en relaciones internacionales se opusieron a que, por primera vez desde su fundación, el banco fuera dirigido por un estadounidense. Ese debate se infiltró en la campaña electoral de los Estados Unidos. Los encargados de la agenda de Joe Biden para América Latina también objetaron que la jefatura estuviera en manos de alguien de su propio país.

Los demócratas pueden estar en desacuerdo con el modo, pero no con el fin al que apunta Trump al pretender el timón del BID. El objetivo último es contrarrestar la gravitación de China en el continente. Se presume que la recesión creará una dependencia más marcada de la inversión extranjera. Y que los chinos aprovecharán esa necesidad, sobre todo en el sector de infraestructura.

La jugada de Trump es significativa, sobre todo si no consigue la reelección. Funcionarios suyos quedan en posiciones decisivas para las finanzas públicas internacionales. Además de Claver-Carone, quien asumirá su cargo el 1 de octubre, está David Malpass, el presidente del Banco Mundial que fue subsecretario para Asuntos Internacionales del Tesoro, durante la actual gestión republicana. El último vértice del triángulo es Geoffrey Okamoto, subdirector del Fondo Monetario Internacional.

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Claver-Carone llega a la meta con dos aliados principales. El Brasil de Jair Bolsonaro, que retiró su candidato, Rodrigo Xavier, apenas la Casa Blanca insinuó su interés por comandar el BID. El otro socio crucial, y mucho más activo, fue Colombia. El 18 de agosto, cuando la candidatura soportaba una ola de reproches, la cancillería de Iván Duque publicó un comunicado consignando los 17 votos con que contaba en ese momento el asesor de Trump. Dos días después, el candidato llegaba a Bogotá, integrando una comitiva de la Casa Blanca, para anunciar la ayuda económica que su país daría a los colombianos en medio de la pandemia.

La lista de adhesiones a Claver-Carone revela el alineamiento mayoritario que presenta la región: Las Bahamas, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Surinam y Venezuela. Es el núcleo sobre el que también se sostiene Luis Almagro en la Secretaría General de la OEA. Más tarde se agregarían Uruguay, Canadá, Haití, Israel y, 24 horas antes de la votación, Japón. Si uno de los objetivos es neutralizar a China, hubiera sido raro que los japoneses no integraran el grupo.

La trama colombiana tiene un significado especial en el proceso. Duque pasó 15 años en el BID, colaborando con su mentor, Luis Guillermo Echeverri. Los dos llegaban a Washington DC con el impulso del entonces presidente Álvaro Uribe, y de su ministro de Hacienda, su futuro sucesor y rival, Juan Manuel Santos. En 2005 llegaba a la presidencia del banco Luis Alberto Moreno, quien ahora se está retirando. Moreno era el embajador colombiano en los Estados Unidos.

Las relaciones de Moreno con Duque fueron cordiales. Pero para muchos conocedores del grupo, a partir de 2010 se abrió una fisura. La acérrima enemistad entre Uribe y Santos impuso una distancia entre los dos. Es un misterio si este resquemor influyó en el fervor con que el presidente de Colombia se embanderó con la postulación de Claver-Carone. En cambio, está mucho más claro que Claver-Carone tiene un conflicto con Moreno. O Moreno con Claver-Carone. En 2018, el cubano-americano intentó reemplazar en la vicepresidencia a su compatriota Julio Katzman. Pero Moreno lo impidió. Prefirió a Brian O’Neill. En diciembre pasado O’Neill falleció. Claver intentó por segunda vez. Y de nuevo Moreno lo rechazó. Esta vez prefirió a John Scott.

No debería extrañar que la reticencia de Moreno a hacerse secundar por quien será su sucesor cobije una dimensión programática. El Gobierno de los Estados Unidos entró en un conflicto larvado con el colombiano por la apertura del BID a China, en 2008. Esa divergencia se volvió estridente cuando Moreno aceptó celebrar la reunión anual del banco en Chengdu. Washington se las ingenió para que la fiesta se suspendiera una semana antes de empezar. El motivo no fue trivial: los chinos no quisieron aceptar que el representante de Venezuela fuera Ricardo Hausmann, designado por el presidente interino Juan Guaidó. Xi Jinping no olvida esa humillación.

Venezuela es otro factor aglutinante de quienes votaron por Claver-Carone. Él integra la cofradía más intransigente de la administración Trump en relación con Cuba y Venezuela. Allí están el senador Marco Rubio y Eliot Pedrosa, representante de los Estados Unidos en el BID. Pedrosa será el lazarillo de Claver hasta que controle todas las palancas de la presidencia. La militancia de este grupo contra el “eje del mal” que integran Cuba, Venezuela y Nicaragua provoca algunos reparos en el ala demócrata de los latinoamericanistas de Washington. Roberta Jacobson, que fue la responsable de Barack Obama para la región en el Departamento de Estado, confesó: “Temo que, debido a sus fuertes posturas en estos temas, use el banco para forzar a los países a adoptar las políticas que desea como condición para otorgarles préstamos”.

La disputa por el BID deja una incógnita en el aire. ¿La Argentina se incorporó a ese “eje del mal” de los republicanos? En la relación entre Claver-Carone y el presidente Alberto Fernández hay una prehistoria. El nuevo presidente del BID se retiró, el 10 de diciembre pasado, de la ceremonia de asunción de Fernández, de la que participaba en representación de Trump, cuando descubrió que debía compartir el salón con Jorge Rodríguez, el enviado de Nicolás Maduro. “Queremos saber si Fernández va a ser abogado de las democracias o defensor de las dictaduras en la región”, declaró en aquella oportunidad.

Fernández hizo una apasionada devolución de gentilezas. Postuló a su secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, para la presidencia del BID. Béliz consiguió sólo el voto de México para su aventura. Pero Fernández insistió en interponerse en la marcha de Carone. Intentó que se postergue la votación y, más aún, buscó votos para restarle el quorum a la reunión del sábado pasado. Unos días antes, Béliz debió retirar su candidatura. No había conseguido ni los votos de los socios del Mercosur: Brasil, Uruguay y Paraguay votaban por el estadounidense.

Cuando se conoció el resultado, la cancillería argentina emitió una declaración felicitando a Claver. Pero recordando también que la abstención, impulsada por Fernández, fue acompañada por Chile, México, Perú y Trinidad y Tobago, más los países de la Unión Europea, lo que representa un total de 16 países en la misma posición, sobre los 30 que obtuvo en su favor el único candidato presentado, Mauricio Claver-Carone. Por lo visto, a esos 16 países le importa más frenar a Trump que frenar a China. La votación en el BID es secreta. Se sabrá con el tiempo si, al revelar sus identidades, el Gobierno argentino les produjo un daño o un perjuicio.

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