Discriminas mal
Es curioso que, animados por el noble deseo de acabar con el prejuicio y la desigualdad, algunos antirracistas cometan el mismo error que los racistas
Los Óscar han anunciado los requisitos de diversidad para optar a la categoría de mejor película. Entrarán en vigor en 2024, y un filme que aspire al premio tendrá que cumplir dos de cuatro criterios. Uno de los protagonistas o secundarios importantes tendrá que pertenecer a lo que llaman un grupo étnico infrarrepresentado, o al menos un 30% del reparto deberá pertenecer a un grupo infrarrepresentado (mujeres, grupo étnico o racial —es decir, no blanco—, LGTBI, personas con discapacidades cognitivas, físicas o auditivas). Otro criterio es que al menos dos jefes de equipo, seis puestos clave o un 30% del equipo pertenezcan a grupos infrarrepresentados. Los dos últimos criterios tienen que ver con oportunidades de formación a grupos determinados, o con la presencia de personas de estos grupos como responsables en el equipo de marketing.
No debería sorprendernos: en Hollywood ya tuvieron un código Hays para ceñirse a la moralidad de su tiempo. Buena parte de la comedia estadounidense ha perdido gracia, en parte porque debe adecuarse a las mojigaterías del momento, pero algunas de las regulaciones del país pueden ser divertidas si no tienes que sufrirlas (un destino frecuente, gracias a la concentración empresarial y la influencia mediática anglosajona). Esta normativa —incoherente y rebosante de impostura— es más elaborada que la que anunció el sindicato de The New York Times, que se comprometía a que la redacción reflejase la composición demográfica de Nueva York. Así, en 2025, debería haber un 24% de negros y más de un 50% de personas de color trabajando en el medio. Como señaló Andrew Sullivan, esa idea de diversidad tiene problemas. La representación demográfica en la redacción excluiría a menores y a gente en edad de jubilación. Sería complicado incluir a alguien con problemas de lectura (un 25% de la población de Manhattan) y tampoco habría personas por debajo del umbral de pobreza, un 19% de los habitantes de la ciudad, porque un salario del periódico cambiaría su situación. Es una diversidad de identidad pero no de ideas: una concepción esencialista trasladada a un anuncio de Benetton que ni siquiera sabe que lo es. Christopher Hitchens decía que el problema de los racistas es que no sabían discriminar: todas las personas de una raza les parecen iguales. Es curioso que, animados por el noble deseo de acabar con el prejuicio y la desigualdad, algunos antirracistas cometan el mismo error.@gascondaniel
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