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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El equilibrio de poderes se resquebraja

Los discursos radicales hacen temer tiempos difíciles para la democracia colombiana

Ariel Ávila
La exministra de Justicia Margarita Cabello, elegida por el Senado como próxima procuradora general de Colombia.
La exministra de Justicia Margarita Cabello, elegida por el Senado como próxima procuradora general de Colombia.Leonardo Vargas Congreso de Colo (EFE)

El balance para la democracia colombiana en el último tiempo es sencillamente desolador. Como corriente política, el uribismo controla el Ejecutivo, logró unas mayorías silenciosas en el Legislativo y además tiene la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo. Lo tiene todo, solo les faltan las altas cortes. Para muchos, hay un riesgo muy grande. Además, en medio de una tormenta política por el apresamiento del expresidente Álvaro Uribe, los discursos radicales hacen temer tiempos difíciles para la democracia colombiana.

Hace unos meses, el presidente Iván Duque, sin sentir ningún tipo de vergüenza, ternó a tres se sus funcionarios para competir por la Fiscalía General de la Nación. Antes de eso, los presidentes se preocupaban por aparentar cierto grado de independencia, pero esta vez fue diferente. Al final, resultó electo Francisco Barbosa, quién fue alto consejero de derechos humanos en Palacio, es decir, el presidente Duque logró que elegirán a un exfuncionario en la Fiscalía. Meses después, vino la elección del defensor del pueblo, en la que lograron elegir al cuestionado Carlos Camargo, miembro de la coalición de Gobierno y quien no tenía siquiera experiencia en materia de derechos humanos. El pasado jueves, eligieron a Margarita Cabello en la Procuraduría, quien apenas días antes había renunciado al cargo de ministra de Justicia. Esto significa que otra exfuncionaria de la administración Duque llega a un cargo de un ente de control.

La votación de Margarita Cabello fue particularmente alta o aplastante, más de 80 votos. Lo cual, a su vez, confirmaba que el Gobierno nacional tenía unas mayorías solidas en el Congreso. Al parecer, lo han logrado en una negociación uno a uno con los congresistas. Una vez se dieron estas elecciones, las alarmas sonaron, varios analistas y periodistas comenzaron a llamar la atención sobre el riesgo inminente que esto significaba: un golpe al equilibrio de poderes.

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Es tan evidente el conflicto de interés que, por ejemplo, en la Fiscalía se está a punto de necesitar dos fiscales ad hoc. Uno para el escándalo de la ñeñepolítica, un polémico caso de posible financiación irregular de la campaña del presidente Duque. Y otro para el tema del expresidente Uribe por el caso de soborno y fraude procesal que actualmente lo tiene preso. Debido a la renuncia del expresidente Uribe al senado, el caso pasó de la Corte Suprema a la justicia ordinaria, por ende, la Fiscalía tendría el papel central. En ambas situaciones, el militante del Centro Democrático y ahora fiscal estaría impedido. Ni que decir de la nueva procuradora, quien tiene una serie de conflictos de interés para sus actuaciones futuras.

Para muchos analistas esto no es nuevo, siempre los presidentes y gobiernos han influido en este tipo de nombramientos. Sin embargo, para otros, nunca había sido tan directo y grosero, es decir, tan evidente. Lo cierto es que ahora que el Centro Democrático ha propuesto la iniciativa de una reforma a la justicia para modificar las altas cortes, en lo que sería una verdadera vendetta por el caso del expresidente Uribe, la preocupación por la democracia colombiana es más que evidente. Los ejemplos de los riesgos de este tipo de comportamientos son bastante visibles en el vecindario, no hay que tener mucha imaginación de las posibles consecuencias.

A todo esto se le suma la preocupación mundial sobre la salud de la democracia en medio de la pandemia. En Colombia, durante el año 2020 se ha gobernado por decreto, el presidente Duque ha expedido decenas de ellos, muchos de los cuales generan dudas sobre si se está aprovechando un estado de emergencia para legislar sobre temas de fondo. En todo caso, preocupaciones como esta se han dado en todo el mundo, sobre un fortalecimiento excesivo del Ejecutivo por encima de los otros poderes públicos.

Las democracias hay que cuidarlas, no son algo dado o nace de la nada. De hecho, son frágiles, son como un árbol pequeño, hay que protegerlo y regarlo de vez en cuando para que no se seque o se muera. A veces, o mejor, la mayoría de las veces, cuando se está muriendo no es evidente, es como si no se percibiera.

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