_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los buenos monárquicos

Si bien es cierto que se juzga a personas y no a instituciones, hay que recordar que pocas instituciones hay más personalistas que la Monarquía. En la realeza, la institución son las personas

Cristina Monge
Juan Carlos I en una foto de archivo tomada en abril de 2018.
Juan Carlos I en una foto de archivo tomada en abril de 2018.JAIME REINA (AFP)

Los escasos estudios sociológicos existentes y la ausencia de preguntas del CIS sobre la Monarquía de cinco años a esta parte nos impiden conocer la opinión que la ciudadanía española tiene de la Monarquía. No obstante, no parece muy atrevido afirmar que una parte, sobre todo de entre quienes tienen más de 50 años, han visto en la Casa Real durante décadas un símbolo de la transición a la democracia. Algunos incluso se declaraban “juancarlistas” profesando así su admiración por la persona del Emérito.

Si esta relación entre democracia y monarquía es tal, es de presumir que esa parte de la población se siente monárquico en cuanto demócrata, y tiene poco que ver con una minoría que en las últimas horas ha lanzado en las redes proclamas que recuerdan al histórico “¡Vivan las caenas!”. Serán, por tanto, esos monárquicos demócratas, los primeros interesados en que se apliquen criterios democráticos de máxima exigencia a este destierro pactado de Juan Carlos I.

Por otro lado, conviene prestar atención a la repercusión que este episodio tendrá en las generaciones más jóvenes. Muchos de los que hoy están en la cuarentena fueron los protagonistas de esa impugnación al stablishment que supuso el 15M y la consiguiente pérdida de consenso en torno al sistema diseñado en el 78. La abdicación de Juan Carlos I, de hecho, entró dentro del ciclo de efectos que tuvo el terremoto político que generó la indignación, con no pocos casos de corrupción de representantes del sistema como telón de fondo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Para unas generaciones y otras es imprescindible explicar los motivos que han llevado al Monarca y a la Casa Real a optar por esta fórmula que entraña no pocos riesgos. A los ojos de la opinión pública la marcha del Emérito puede interpretarse como una huida del país ante sus cuitas con Hacienda y un reconocimiento implícito de su culpabilidad.

Con el anuncio de la salida de España del Emérito las preguntas se multiplicaron. Las mismas que unas horas después formularon los periodistas en la rueda de prensa de balance del semestre ofrecida por Pedro Sánchez y que quedaron, incomprensiblemente, sin respuesta. Desde el destino de Juan Carlos I, hasta los costes de su estancia fuera del país, pasando por la gestión que del asunto se ha hecho con el resto de fuerzas políticas parlamentarias, todo ha quedado envuelto en un concepto de Razón de Estado ya muy periclitado.

Y si bien es cierto que se juzga a personas y no a instituciones, hay que recordar que pocas instituciones hay más personalistas que la Monarquía. Máxime cuando los escándalos que han rodeado a Juan Carlos I venían precedidos de episodios como el protagonizado por Iñaqui Urdangarín, todavía en prisión. En la realeza, la institución son las personas.

Los buenos monárquicos, los demócratas de verdad, deberían ser los primeros en exigir transparencia a una Monarquía cuyo máximo representante durante 36 años ha dilapidado buena parte de su capital social. Que no era poco.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Cristina Monge
Imparte clases de sociología en la Universidad de Zaragoza e investiga los retos de la calidad de la democracia y la gobernanza para la transición ecológica. Analista política en EL PAÍS, es autora, entre otros, de 15M: Un movimiento político para democratizar la sociedad y co-editora de la colección “Más cultura política, más democracia”.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_