Deberes para el Gobierno
La foto de Sánchez con Merkel marca la prioridad: es urgente que venga dinero al rescate, porque la crisis económica puede tener las consecuencias políticas que no ha tenido la pandemia
La gestión de la pandemia no ha dado réditos al Gobierno. Éste es uno de los mensajes que nos envían las elecciones vascas y gallegas. Los socialistas han salvado los muebles, pero Unidas Podemos —en plena dispersión y descomposición organizativa— ha recibido un considerable batacazo. El otro aviso es que en momentos de angustia y desconcierto emocional, con una desescalada cargada de dudas, el ruido no tiene premio. Y la estrategia de confrontación diseñada por Aznar-Casado ha sido duramente castigada.
De lo coyuntural a lo estructural: el País Vasco y Galicia han confirmado algo sabido, por más que algunos se resistan a reconocerlo: que el territorio es de quien se lo trabaja. Y las autonomías son tierra fértil para los que se esfuerzan en esta tarea, que tiene su cara oscura en las poderosas redes clientelares que roturan el espacio social. El PP gallego lo trabajó desde Fraga, el PNV desde siempre y ahí están. Por esta razón la alternancia en el poder es mucho más difícil en las autonomías que en el Gobierno central. Y, en la medida en que el bipartidismo decae y aumenta el número de actores en escena, los partidos autonómicos fuertes ganan poder en el Parlamento español y así confirman su utilidad a sus electores.
El Gobierno tendría que asumir el aviso. Y dar un paso adelante. La fragilidad territorial de Unidas Podemos y su erosión simbólica dificultan la tarea. Pero si Sánchez ha salvado el trance crítico de la primera fase de la pandemia por los pelos, necesita ahora algo más si no quiere verse atrapado en la telaraña de los que sueñan con hermanar a PSOE y PP, es decir, neutralizar a la democracia española.
La foto de Sánchez con Merkel marca la prioridad: es urgente que venga dinero al rescate, porque la crisis económica puede tener las consecuencias políticas que no ha tenido la pandemia. Es hora de desmontar el mito de la eficacia gestora de la derecha (¿quién puso en almoneda el sistema sanitario?) y de demostrar que la izquierda todavía existe. Y para ello, el Gobierno debe marcar las prioridades en la reconstrucción y no dejarse simplemente llevar por las presiones de los más fuertes. Y recuperar algunas de las propuestas distintivas del pacto de coalición.
A su vez, es hora de restaurar el equilibrio de poderes, después de unos años de carta blanca a la judicialización de la política, afrontar el problema de las cloacas del Estado (¿qué significa el nuevo episodio de espionaje a Roger Torrent y otros dirigentes catalanes?) y tomar la iniciativa en el caso Juan Carlos I que ha puesto la cuestión de la Monarquía sobre la mesa. La pandemia es una prioridad, pero no una coartada. Y si este Gobierno pasa sin apenas dejar huella, la resaca será larga. La derecha y la izquierda no son lo mismo. Salvo que la izquierda se empeñe en demostrar que sí.
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