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Columna
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El hombre más desinformado del mundo

La Casa Blanca no reaccionó a tiempo contra la pandemia, a pesar de contar con la información para hacerlo

Lluís Bassets
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca, en Washington, el pasado 7 de julio.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca, en Washington, el pasado 7 de julio.Yuri Gripas / POOL (EFE)

El presidente de los Estados Unidos, hasta la llegada de Donald Trump, ha sido el hombre mejor informado del mundo. Su fuente era el Presidencial Daily Briefing, un resumen de las informaciones secretas recogidas por las 16 agencias de inteligencia y presentadas en una reunión diaria en el Despacho Oval por el director general de Inteligencia ante un restringido grupo de colaboradores.

Es difícil que algún hecho relevante no sea captado por tan formidable radar informativo. Algunos presidentes han sido ávidos lectores del PDB y otros se han limitado a escuchar al máximo responsable de las agencias de inteligencia. Todos eran conscientes del valor de esta fuente informativa privilegiada y a partir de ella tomaron sus decisiones más trascendentales.

Donald Trump, en cambio, no lee los informes de inteligencia. No escucha los análisis de los jefes de los espías, a los que interrumpe constantemente con sus ocurrencias. Incluso ha desarrollado una cierta antipatía hacia sus autores, a los que considera como representantes del deep state o Estado profundo, hostiles a su presidencia y propensos a mentirle o falsificarle los hechos. Este presidente ni atiende a las informaciones reservadas ni tampoco se las cree en caso de que lleguen a sus oídos.

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Su aversión a la lectura, su facilidad y su dificultad para fijar la atención y escuchar a quienes le hablan eran de sobra conocidas. Pero ahora han aparecido las pruebas de dos casos, al menos, suficientemente graves, no tan solo sobre su voluntaria ignorancia de las informaciones secretas que llegan a la Casa Blanca, sino además sobre la responsabilidad cómplice de sus colaboradores en la desatención.

Según informaciones periodísticas muy bien fundamentadas, Trump recibió información sobre el brote de la covid-19 en Wuhan antes del 1 de enero. También llegó al Despacho Oval la noticia de los sobornos pagados por el espionaje ruso a los talibanes para que mataran a soldados estadounidenses en Afganistán. Pero el presidente y su entorno no se enteraron. La Casa Blanca no reaccionó a tiempo contra la pandemia, a pesar de contar con la información para hacerlo. Donald Trump siguió elogiando a Putin, hablando con el presidente ruso, exigiendo su reincorporación al G7, e incluso negociando la retirada de Afganistán con los talibanes.

La única fuente de información de Trump es la televisión. Este comportamiento ha sido corroborado por John Bolton, su exconsejero de Seguridad, en su libro La habitación donde sucedió, y diseccionado psicológicamente por su sobrina, Mary Trump, en Demasiado y nunca suficiente. La bibliografía ya abundante sobre Trump permite entender el porqué de sus numerosas mentiras (22 al día, casi 20.000 en lo que va de presidencia, según The Washington Post). Y su sobrina tiene la explicación de su personalidad infantil y enfermiza: “Hacer trampas es su forma de vida”.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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