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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El terrible círculo mafioso de la democracia colombiana

En épocas de crisis política y económica, el surgimiento de salidas mesiánicas está a la orden del día

Ariel Ávila
Trapos rojos, que la gente en Colombia cuelga para decir que tiene hambre, en Bogotá este 25 de abril.
Trapos rojos, que los residentes colgaban para alertar que tenían hambre en medio de la cuarentena, en un barrio de Bogotá.John Vizcaino / ViewPress (Corbis via Getty Images)

Hace unos días la Fundación Paz y Reconciliación dio a conocer un informe sobre presuntas irregularidades en materia de contratación en medio de la emergencia del nuevo coronavirus. Como se sabe, Colombia, al igual que muchos países, declararon un estado de emergencia, con lo cual se podría decir que, entre otras cosas, se relajaban las reglas en materia de contratación púbica. En teoría, ante una emergencia se debía acelerar la contratación para responder rápidamente a la situación. Así mismo, en un país donde la informalidad económica es alta, así como los niveles de pobreza y desigualdad, lo primero que se disparó con la cuarentena obligatoria fue el hambre. Entonces, en todo el país, las alcaldías y gobernaciones comenzaron a contratar de forma rápida mercados y kits de salud. Lo primero para paliar el hambre y lo segundo para evitar la propagación del virus.

Luego de los primeros días de pánico y supuestas acciones rápidas de los alcaldes y gobernadores, es decir, cuando el humo había pasado, se comenzaron a ver algunas de las consecuencias de esas acciones. Las podría resumir en tres. Por un lado, sobrecostos en la contratación de alimentos. Por ejemplo, latas de atún que valen poco menos de un dólar cotizadas hasta en cinco dólares. En segundo lugar, se hicieron contrataciones con fundaciones o entidades no idóneas para la tarea que se contrató. Por ejemplo, en uno de los casos se contrató al dueño de un bar, es decir, un lugar dedicado al expedido de licor, para trasladar muestras de la covid-19. Por último, se constató que algunos de los privados que aportaron dinero a las campañas políticas luego fueron recompensados con este tipo de contratos.

En las últimas horas, y días después de que saliera el informe, la Procuraduría General de la Nación confirmó que encontró, en un primer análisis, 252 contratos en los que privados, ya sean personas naturales o jurídicas que habían donado poco más de 3.000 millones de pesos en diferentes campañas, recibieron contratación por cerca de 80.000 millones de pesos.

El círculo mafioso de la democracia colombiana comienza con las donaciones privadas. Hacer política vale mucho, se deben invertir miles de millones de pesos. Así las cosas, los candidatos deben recibir donaciones privadas altas, lo cual a su vez lleva a que la persona que gane quede “empeñada” en su ejercicio público. Luego, ese alcalde o gobernador debe cooptar el cuerpo colegiado, es decir, el concejo municipal o asamblea departamental. Ello le garantizará la aprobación de todas sus medidas y, sobre todo, la elección “favorable” de los órganos de control. Estos cuerpos colegiados eligen las contralorías y personerías, que a su vez son las encargadas de supervisar al alcalde o gobernador. La conclusión es sencilla: el cuerpo colegiado elige a un amigo del alcalde para que lo supervise. Al final no pasa nada.

En los últimos años, en todo caso, la situación ha comenzado a cambiar, pues son los ciudadanos, organizaciones sociales y de la sociedad civil las que han denunciado este tipo de comportamientos. Varios de los contratos se volvieron virales en las redes sociales. Además, los entes de control nacionales esta vez actuaron rápidamente y se logró comprobar el mafioso sistema de contratación que tiene Colombia. En medio de la pandemia habría irregularidades por miles de millones de pesos en contratación.

Este círculo mafioso hace casi imposible que en lo local y regional avancen las investigaciones, es cuando se actúa desde el orden nacional cuando se dan algunos resultados. A su vez, dicha situación provoca niveles altos de frustración de la ciudadanía hacia sus gobernantes. Por lo que el sistema democrático comienza a verse afectado.

A pesar de lo evidente de este círculo, en el Congreso ha sido imposible aprobar una reforma política y cada vez la imagen del sistema político es peor en la ciudadanía. En épocas de crisis política y económica el surgimiento de salidas mesiánicas está a la orden del día. A su vez, entre más se demore la clase política en reformarse las posibilidades de outsiders aumentan: es algo así como si estuvieran cavando su propia tumba.

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