Cine Ideal
No destruyan esta sala, es un hito de Alicante y el germen de unos bienes sujetos no al vaivén del dinero sino a las ganancias del espíritu
En Alicante se quiere destruir un Ideal, uno más. En otros tiempos cines y teatros llevaban nombres utópicos y latinos, incluso orientalistas: Capitolio, Rialto, Pompeya, Emperador, Casablanca, La Pagoda. Uno a uno fueron cayendo, sustituidos en las ciudades afortunadas por los de filiación artística o musical: Alphaville, Renoir, Golem, Verdi. Aún no había llegado a ese mundo el patrocinio de un banco, una cerveza o una telefónica adornándose con el nombre original del coliseo. Al cine Ideal de Alicante me atan muchos recuerdos de niñez; estaba a tres portales de la consulta del Dr. Niñoles Jr., una leyenda en la odontología de autor, y los jueves, después de mi ortodoncia, aprovechaba para ver lo que echasen en el Ideal: por ejemplo Espartaco de Kubrick, en la versión de baño termal aguado de esa película que tanta solera gana con los años.
Mucha gente de la cultura alicantina se ha movilizado, y no se podrá decir que son los de siempre pidiendo lo de siempre, subvenciones para vivir del cuento. La iniciativa cívica “Salvemos el Ideal” exige a la alcaldía del PP, coaligada con Ciudadanos, el mantenimiento de la hermosa fachada ecléctica del antiguo cine y su estructura interior, ahora deteriorada, como centro artístico polivalente dentro de un eje que en poco más de doscientos metros alberga el Teatro Principal, el palacete del Gobierno Militar, la noble Casa de Socorro y, en lo alto de la avenida, el tan singular Mercado Central: un perímetro de excepcional calidad urbana en una ciudad muy castigada por la especulación.
La alternativa a ese espacio cultural es un hotel de lujo ya planificado. El turismo es agua de mayo para la zona, ¿pero lo será siempre? No es mala idea ante los nuevos tiempos ganarle un patrimonio a la piqueta, aunque no se trate de un claustro románico. El Ideal es un hito de la capital, y el germen de unos bienes sujetos no al vaivén del dinero sino a las ganancias del espíritu.
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