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Columna
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Europeísmo es marcar límites a China

Ha calado la idea de que sin una relación política óptima con Pekín no se pueden hacer negocios. No tiene por qué ser así

Ana Fuentes
El presidente chino Xi Jinping en la ceremonia inaugural de la sesión legislativa anual.
El presidente chino Xi Jinping en la ceremonia inaugural de la sesión legislativa anual.WANG ZHAO (AFP)

Llevamos más de una década escuchando que Europa tiene que hablarle a China con voz propia. Es decir, hacer valer sus intereses y no autocensurarse por miedo a perder oportunidades comerciales. Esa sería la manera más inteligente de afrontar la pospandemia. Pekín está colocando sus fichas para ocupar el mayor espacio posible en el mundo, y es ahora cuando Bruselas debería asumir el riesgo de marcar sus líneas rojas. Europeísmo es evitar que otros tomen el control de sectores estratégicos, y también proteger una determinada forma de mirar.

Todos los gobiernos, con mayor o menor habilidad, intentan disimular sus errores en la gestión de la crisis. El mantra del Partido Comunista chino es que reaccionaron inmediatamente informando a los organismos internacionales. Por filtraciones sabemos que no fue así, pero China está usando su poder para imponer su versión. En solo un mes, tres muestras: “Nos están volviendo a presionar los chinos y es muy molesto”, reconocía en abril un miembro de la Inteligencia alemana a Die Welt. Les pedían que hablaran de China como actor intachable en esta crisis. La segunda ocurrió semanas más tarde, cuando el brazo diplomático de la UE rebajó el tono de un informe que advertía de las campañas de desinformación china en Europa. Justo al diario The New York Times le filtraron el informe interno, que era mucho más duro. Josep Borrell reconoció que Pekín les había presionado para licuarlo, pero que no cedieron. Otras fuentes aseguran que sí. Y el tercer ejemplo, a principios de mayo, cuando Pekín censuró una carta de los embajadores de la UE en la prensa china con motivo del 45º aniversario de las relaciones bilaterales. Era un texto amistoso, pero China exigió borrar que la epidemia se originó en su territorio. Los representantes comunitarios aceptaron, aunque hubo mucha polémica.

Cada vez que China exige un cambio, este se acata por miedo a represalias comerciales. Con la economía mundial destrozada, aún más. Ha calado la idea de que sin una relación política óptima con Pekín no se pueden hacer negocios. No tiene por qué ser así. Después de mucho dudar, el año pasado la Unión Europea acabó declarando a China rival sistémico. Eso encendió mucho a Pekín, pero no se quebró nada. Es el momento de romper algún plato más y forjar una relación más equilibrada. Por ejemplo, exigiendo una reciprocidad que no existe en el acuerdo de inversiones que la UE y China llevan negociando siete años.

El problema es que quienes comprenden la verdadera magnitud de lo que está en juego apenas tienen influencia ni recursos. Una sinóloga que asesora a gobiernos me relataba su frustración para hacerles comprender la importancia de decir no. El desconocimiento es tan profundo que muchos siguen creyendo que en chino crisis también quiere decir oportunidad, aunque sea un error de traducción.

@anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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