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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Anticipando 2021

Los próximos presupuestos son clave y abrirán el punto de fuga de la legislatura

Juan Rodríguez Teruel
El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez , en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez , en el Congreso de los Diputados.Ballesteros (EFE)

La coalición parlamentaria que aupó a Pedro Sánchez hasta la presidencia hace unos meses se edificó sobre prioridades y desafíos que conformaban el mundo de ayer. Podríamos denominarla la época de la austeridad o del procés, porque ambos definieron la política española de la pasada década. Un tiempo con mucha renovación de líderes, partidos y formas de protesta, pero poca o ninguna reforma institucional. Ahora puede suceder lo contrario. El terremoto de la covid ha transformado ese contexto, obligando a reformular la presidencia de Sánchez y los criterios estratégicos para sostener su Gobierno. Todo ello sucede cuando se cumplen 10 años del histórico giro político de Zapatero que hundió parte de su legado pero salvó casi todo lo demás. Un signo de la transformación ocurrida. También un recuerdo de los riesgos de no reaccionar a tiempo. Zapatero recibió presagios de lo que se avecinaba un año antes; Sánchez apenas tuvo un mes.

Ha tenido menos tiempo, pero más suerte. La crisis abierta por el coronavirus amenazaba con llevarse por delante las energías de la nueva coalición antes de haber siquiera completado la renovación de altos cargos. Sin embargo, los mimbres con que el presidente ha encarado la primera parte de la crisis le han resultado propicios: con el principal oponente a su izquierda y tribuno del descontento social dentro de la tripulación; con un líder falto de popularidad y cuestionado a su derecha en la oposición; con el antiguo dirigente del centro descabezado, y una sucesora necesitada de enterrar aquel veto personal contra Sánchez; y con el independentismo paralizado por sus contradicciones internas en busca de argumentos. Y con hasta tres años posibles de legislatura por delante.

Con estos materiales, Sánchez ha encontrado sin buscarla una palanca para resolver las tres incertidumbres con que empezó su mandato, y con ello rediseñar el tablero político para 2021. De entrada, la incierta mesa del diálogo sobre la cuestión catalana queda, si no enterrada, sí muy devaluada en un contexto en el que lo que está en juego es la salud pública (¡y la vida!), donde las exigencias de la ciudadanía española y catalana se centrarán en la rendición de cuentas sobre la gestión en todos los niveles de gobierno. Eso no entierra el debate territorial. Al contrario, podría amplificarlo, aunque en distintos términos, pasando de la autodeterminación a la no menos impresionista cogobernanza, con la posibilidad de avanzar en la lógica pseudofederal, pero con distintos promotores: Vox y el PP tienen incentivos para apoyar reforzar el poder autonómico en detrimento de la autoridad central en manos de la izquierda, como sugiere el CIS.

En segundo lugar, Sánchez dispone ahora de un argumento con el que ahondar la cooperación parlamentaria con Cs sin poner en riesgo la coalición con Podemos. Si se trata de reconstruir, los próximos presupuestos para 2021 proporcionan el tiempo y los recursos para una negociación a varias bandas. Y también abren el punto de fuga de la legislatura, porque ese pacto podría tener continuación con una ampliación de la coalición gubernamental cuando Sánchez deba renovar su equipo pasada la crisis sanitaria.

De ese modo, Sánchez resolvería su última y principal incertidumbre: cómo reequilibrar los bloques, entablando la comunicación con el PP sin que esto descomponga su mayoría parlamentaria. Paradójicamente, si Sánchez pude haber ganado oxígeno, la covid también podría infundírselo a Casado, asumiendo el riesgo de polarizar en tiempos convulsos contra el Gobierno. El movimiento de Núñez de Balboa resuena mucho a Vox, pero puede acabar reforzando los apoyos del PP si logra presentarse como la única garantía real para acabar con la coalición que Sánchez reconstruya en 2021.

Juan Rodríguez es profesor de la Universidad de Valencia. Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para EL PAÍS

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