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Columna
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Arúspices

En los vaticinios del presente se dice que la tragedia nos purificará

Vicente Molina Foix
Una persona bajándose música y libros de forma ilegal en un disco duro en su casa.
Una persona bajándose música y libros de forma ilegal en un disco duro en su casa.LUIS SEVILLANO (EL PAÍS)

Con la covid-19 aún pegada a nuestra sien como un arma letal, no falta día ni entrevista en la que deje de sonar la voz de los arúspices, aquellos sacerdotes de la Roma pagana que en las entrañas del animal leían el porvenir. En los vaticinios del presente se dice que la tragedia nos purificará. Habrá más muertos en la vecindad y desaparecidos en el temporal del mundo del trabajo, pero la solidaridad y la entrega mostradas desde el primer día prevalecerán, y seremos mejores: verle al destino su cara más atroz ablandará la mirada rapaz de nuestros ojos. Ojalá.

Un suelto en el periódico, insignificante al lado de las listas de fallecidos y enfermos, llamaba sin embargo la atención; la noticia es tétrica, pero con algo de bufonada, como siempre que anda la justicia por medio con la porra en la mano. Más de 380.000 personas han estado delinquiendo tan ricamente, al compartir libros, periódicos y revistas que unos servicios de mensajería, como los que le traen la pizza prepagada a tu vecino, les facilitaban instantáneamente, sin bicicleta y con fraude. Cedro informa de que estos piratas, que se creerán gente honrada, distraían así el confinamiento gracias a Telegram y WhatsApp; la primera ya ha bloqueado la apropiación ilegal de labores de creación con las que subsisten unos cuantos, quizá muchos más en número que esos casi 400.000 infractores desaprensivos. ¿Bloqueo voluntario o porque les pillaron?

Nos preguntamos cómo saldrá el arte de esta crisis: los libros, el teatro, las películas, el trabajo de los periodistas y los músicos. La mayoría de arúspices detecta en nuestra entraña la gratitud a los artistas que ahora no tienen voz, ni medio de expresión, ni sueldo. Se les reconocen sus méritos, y el placer que dan. Predican universos posibles, y a cambio piden vivir de su ficción. Ni mucho menos son un conjunto de dioses, ni su casa el olimpo. Pero ahí están los apóstoles del todo gratis para bajarles los humos y trincar de paso.

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