Una cuestión de confianza
No creo que la pandemia nos vaya a hacer mejores y todos sabemos que la única lección de la historia es que no aprendemos nada del pasado
Existe un tipo de creador que casi siempre escribe el mismo libro, pinta el mismo cuadro y hace la misma película. A veces intenta otra cosa, pero no le sale tan bien. Pedro Sánchez ha hecho varias veces la misma maniobra. Pacta con grupos que son partidarios de la descomposición del Estado y cuando estos dejan de apoyarle exige el sostén de la oposición porque la alternativa es catastrófica y todos vamos en el mismo barco.
Ha vuelto a ocurrir esta semana con la votación del estado de alarma, cuya prolongación parecía aconsejable. El PP ha mostrado que su problema principal no es la intransigencia, sino la desorientación: no logra articular una crítica, presentar propuestas, ni siquiera aprovechar su peso numérico. Existen muchas cosas que el Gobierno debería explicar: la velocidad y adecuación de la respuesta, la sospecha de que esta se retrasara por motivos propagandísticos, opacidad en la recogida de datos, errores y tergiversaciones en su difusión, chapuzas logísticas y descoordinación en las compras, fallos que se disimulaban con empecinamiento y autoritarismo, arrogancia y unilateralidad en la gestión. Un apoyo condicionado —como el de Cs o PNV— puede corregir algunos errores y facilitar esas explicaciones.
La maniobra de Sánchez puede funcionar muchas veces, pero conspira junto a otras actuaciones y factores para socavar algo básico: la confianza. El clima actual es el contrario, entre las fuerzas políticas, entre partidos y ciudadanos. Posiblemente ayuda también que el posicionamiento tribal haya colonizado casi todos los espacios: es difícil ver las cosas fuera de un alineamiento. (Los partidos cambian de postura con frecuencia en el tiempo y en lugares distintos, pero no hacemos mucho caso).
La desconfianza sirve para justificar que tengamos normas duras. Estamos convencidos de que nosotros respetamos las prohibiciones y los demás no, y se extiende un recelo mutuo entre los ciudadanos y las élites. Por alguna razón necesitamos multas más severas, por alguna razón no debemos saber quién está en comités que asesoran al Gobierno. Así, se dice, evitamos presiones: en realidad, se facilita que solo los presionen los que saben quiénes son. No creo que la pandemia nos vaya a hacer mejores y todos sabemos que la única lección de la historia es que no aprendemos nada del pasado. Pero, seguramente, para salir necesitaremos algo de confianza, que se concede y también se gana. @gascondaniel
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