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La conquista
Columna
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Sin mujeres indígenas

Los pueblos originarios una vez más son tratados como entidades sin agencia cuyas voces pueden ser una y otra vez suplantadas por la política oficial de México y de España

Yásnaya Elena A. Gil

Este viernes 31 de octubre sucedió algo que parecía impensable hace unos meses, el Gobierno español, por medio del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, reconoció, tibiamente, las violencias asociadas a la colonización. Dijo que la historia compartida entre México y España, como toda historia humana, tenía “claroscuros” pero que reconocía que “ha habido dolor e injusticia hacia los pueblos originarios. Hubo injusticia, justo es reconocerlo y lamentarlo. Esa es parte de nuestra historia compartida, no podemos negarla ni olvidarla”. Estas palabras, así de diluidas y sin enunciar a los agentes de ese dolor y esas injusticias, son, sin embargo, en el lenguaje de los poderes del Estado, un enorme gesto para intentar recomponer las afectadas relaciones diplomáticas entre los dos países desde que, en 2019, el expresidente López Obrador solicitó a España que pidiera perdón por las violencias de la Conquista. La respuesta del otro lado del océano había sido negarse rotundamente a hacerlo, hasta ahora que se ha reconocido que hubo “injusticias y dolor”. Del lado del Gobierno mexicano, los comentarios celebratorios no se han hecho esperar; este reconocimiento les supo a triunfo, la presidenta Claudia Sheinbaum declaró que “es la primera vez que una autoridad del Gobierno español habla de lamentar la injusticia. Es importante. Es, desde mi punto de vista, un primer paso y habla de la importancia de lo que siempre hemos dicho”, declaró. Simpatizantes del Gobierno mexicano celebraron esto como un logro del proyecto llamado Cuarta Transformación y de la jefa del Ejecutivo.

¿Cuáles son las condiciones políticas que provocaron un cambio en la postura del Gobierno español? Podría pensarse que parte de la de la estrategia del Gobierno mexicano fue llevar Madrid, en el Año de la Mujer Indígena, más de 435 piezas arqueológicas y textiles, para la exposición titulada La mitad del mundo. La mujer en el México indígena como un gesto diplomático que suavizó, al calor de la producción y las gestiones compartidas, las relaciones entre ambos países y posibilitó así las condiciones para que este reconocimiento se diera. Las palabras del ministro de Exteriores de España fueron expresadas durante la inauguración de uno de los cuatro núcleos temáticos de esta exposición que tiene como sedes el Instituto Cervantes, el Museo Arqueológico Nacional, la Fundación Casa de México en España y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Sin embargo, es importante tomar en cuenta también el contexto político dentro del territorio español. La derecha conservadora encabezada por Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, está creando su propia narrativa sobre las relaciones entre España y Latinoamérica; las fiestas de la hispanidad que el Estado español celebra cada año el 12 de octubre han incrementado su presupuesto en más del 40% desde 2023. Para la construcción de su relato conservador, el Gobierno de Díaz Ayuso ha desplegado carros alegóricos, cabalgatas, desfiles y conciertos gratuitos con cantantes “latinos” como Manuel Turizo, Carlos Vives o Gloria Estefan. Estas celebraciones trivializan y folclorizan hasta la náusea las realidades latinoamericanas, narran una Latinoamérica llena de clichés culturales, pero sobre todo, hispanizada, una Latinoamérica a la que España llevó civilización, hospitales, universidades y la lengua castellana; una Latinoamérica a la que no hay que pedir perdón. Al mismo tiempo, este constructo narrativo está siendo utilizado para suavizar posturas racistas; Díaz Ayuso llama “migración hispana” a la migración desde países de Latinoamérica hablantes de castellano; sobre todo, a la migración de clases altas y conservadoras; a esta “migración hispana” la contrasta con la migración desde países africanos y musulmanes que considera indeseable; en septiembre pasado, Díaz Ayuso declaró que la “inmigración hispana no es inmigración” y que los problemas migratorios a los que ella se refiere son los que derivan de la llegada de personas procedentes de países que “puedan tener una integración más complicada”. En medio de todo esto, es inevitable preguntarse si el reconocimiento que hizo el ministro de exteriores del Gobierno español, encabezado por Pedro Sánchez, del PSOE (adversario del PP de Díaz Ayuso) es un intento de construir una narrativa contrastante respecto de la que presenta la derecha española. ¿Cómo leer este reconocimiento dentro de los propios vaivenes políticos en España? ¿Cuáles serán los usos políticos potenciales de este reconocimiento?

Todo esto claramente se trata de política estatal de ambos lados del océano y no de los pueblos originarios que una vez más son tratados como entidades sin agencia cuyas voces pueden ser una y otra vez suplantadas, una y otra vez utilizadas por la política oficial de México y de España. La exposición La mitad del mundo. La mujer en el México indígena no fue curada por una mujer indígena o algún comité integrado por ellas, ninguna mujer indígena participó de la construcción de las propuestas museográficas y ninguna fue siquiera invitada al corte de listón de las unidades temáticas ya inauguradas; no hubo consulta ni la mínima intención de recoger opiniones o sugerencias de cómo deseamos ser representadas. Lo que los distintos movimientos de mujeres indígenas opinen les es totalmente irrelevante, aunque estemos oficialmente en el Año de la Mujer Indígena. Incluso el libro que será publicado para acompañar la exposición tiene ya un prólogo escrito no por una mujer de alguno de los 68 pueblos indígenas de México, no por una voz colectiva de mujeres originarias, sino por ella, Claudia Sheinbaum. Esta exposición y todo lo que está pasando a su alrededor es la prueba clara de lo que ha sucedido en los últimos años de este refrito del indigenismo de antaño, las múltiples voces de las mujeres de pueblos indígenas han sido descaradamente utilizadas y suplantadas. Todo esto se trata del poder de los estados, no de nuestros pueblos, por eso a nadie le pareció problemático llevar a Madrid una exposición sobre mujeres indígenas sin la participación de las mujeres indígenas. En el colmo del descaro, en un comunicado oficial conjunto de México y España, han osado mencionar que la exposición pone de relieve “el espíritu de resistencia de las mujeres indígenas ante siglos de violencia y exclusión”. ¿Cómo se atreven? Nunca más en nuestro nombre.

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