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Del ‘pobres porque quieren’ al ‘cualquiera puede ser millonario’: los mitos de la meritocracia en México

El libro ‘Pobres porque quieren’ de Máximo Jaramillo Molina demuestra cómo las brechas económicas y sociales en el país hacen que la ciudadanía viva en burbujas que nunca llegan a tocarse

Máximo Jaramillo Molina en Ciudad de México, en una fotografía sin datar.
Máximo Jaramillo Molina en Ciudad de México, en una fotografía sin datar.Cortesía
Erika Rosete

A Máximo Jaramillo Molina (Guadalajara, 35 años) la crisis de 1994 en México —esa que todavía algunas personas recuerdan tan claro porque les transformó la vida— le cambió la forma en la que veía el mundo. En ese momento, cuando su familia comenzó a involucrarse en temas de justicia social y cuando miró de cerca la crisis de vivienda, una de las tantas problemáticas surgidas de la devaluación del peso y del derrumbe de la economía, comenzó a interesarse por comprender cómo y por qué sucedían estos cambios a su alrededor. “No es un tema de pobreza, es sobre todo la desigualdad”, dice, tras una carrera de diez años en los que se ha dedicado a estudiar la desigualdad en México. En su libro Pobres porque quieren. Mitos de la desigualdad y la meritocracia (Grijalbo, 2024) una idea se repite y se comprueba: la desconexión total que la sociedad mexicana vive es indiscutible. No sabemos mirar a los otros, y sin mirar no podemos entender.

En México hay los suficientes recursos como para que nadie viva en pobreza, asegura desde el primer capítulo, Jaramillo. El autor, creador en 2018 de la cuenta de Gatitos contra la desigualdad, en redes sociales, eligió siete de los grandes mitos que alimentan varias de las creencias entre las y los mexicanos sobre la riqueza o el éxito en la vida —alimentados fervorosamente por comunicadores, influencers o periodistas desde sus púlpitos en los medios de comunicación y en las redes sociales—: los pobres son pobres porque quieren; cualquiera puede ser millonario; no es el patriarcado ni el racismo, es el clasismo; la educación te va a sacar de pobre; los jóvenes prefieren no tener vivienda; el vicio de la dependencia y los pobres no pagan impuestos.

En cada capítulo, analizando cada uno de esos mitos, Jaramillo ha volcado un trabajo de investigación de una década en la que intenta desgranar la complejidad que rodea a cada uno de los mitos y, además, plantea también algunas recomendaciones para derribarlos. Asegura que ha partido del “pobres porque quieren”, porque es de las cosas que explican en gran medida los temas de las brechas de desigualdad. “En México, siete cada diez personas se creen de clase media, aun cuando la mitad de la población del país está en pobreza. Algo no hace match ahí y tiene mucho que ver en el cómo nos percibimos, en qué estratos sociales nos percibimos. En las grandes ciudades como Ciudad de México o Guadalajara es difícil que las personas en mayor pobreza convivan con personas en riqueza entonces, por ejemplo, les preguntas a los pobres cuánto ganan los ricos y hay encuestas —y lo cito en el libro— en las que te dicen que 20.000 pesos o 25.000; y luego hablas con los ricos y les preguntas cuánto creen que ganan los pobres y te dicen igual, que unos 20.000 pesos o menos”, explica.

Esta falta de conocimiento es también, según el autor, el resultado de cómo se habita la ciudad y con quiénes se convive dentro de la sociedad. Pequeñas burbujas de personas que ganan más o menos el mismo dinero y que, además, suelen pensar y posicionarse de forma muy similar sobre los problemas que les aquejan y las soluciones que ven en conjunto. Lo sorprendente, independientemente del estrato social al que las personas pertenecen, es que aceptan y, a veces con mucha seguridad, pregonan que cada individuo tiene lo que tiene porque se lo ha ganado.

“El problema no es solo que exista la meritocracia —el sistema en el que los puestos de responsabilidad se asignan en función de los méritos personales— sino los efectos morales y subjetivos perversos que provoca esa narrativa. La narrativa meritocrática es perversa porque genera soberbia en los ricos y humilla y estigmatiza a los pobres. Asume que todos merecen lo que tienen y que cualquier fracaso o éxito es pura responsabilidad individual”, dice.

En varios de sus trabajos académicos, Jaramillo sostiene que los Gobiernos de Morena, en los últimos años, han dirigido sus esfuerzos de forma más firme hacia la desigualdad, sin embargo, todavía no lo suficiente: “Todavía no se refleja tanto en las políticas distributivas porque hablan de que quieren acabar con la desigualdad, pero solo atacando el tema de la pobreza y no poniendo límites a la riqueza. Falta la otra parte acá sobre todo en temas de impuestos y demás”.

Jaramillo reflexiona: “En la medida en que las personas saben más sobre las brechas, sobre la realidad de esas brechas o sobre la realidad de las causas de la pobreza y de la desigualdad, están más proclives a exigir políticas redistributivas, a apoyar impuestos a los ricos, o apoyar programas para los pobres”, asegura.

La maldición de sentir culpa

“La narrativa meritocrática produce culpa en los pobres y un falso sentimiento de merecimiento en los más ricos”, asegura Jaramillo en el libro. Así, podemos hacer un listado de incontables veces en las que algunas de las personas más ricas y privilegiadas de México aleccionan a la ciudadanía, usando esas plataformas y esos altavoces mediáticos, para regañar, reprender e incluso juzgar el hecho de que se viva en pobreza. A los jóvenes por gastar en cafés o comida fuera de casa y no ahorrar lo suficiente para comprar una casa, como si el acceso a la vivienda en México le dejara espacios de fácil acceso a los más jóvenes; o asegurarles, también, a los estudiantes que la educación les permitirá tener un mejor futuro.

En este aspecto, Jaramillo resalta que este individualismo en la percepción de la sociedad impide mirar los problemas de forma estructural. Es decir, hay allá afuera incontables factores que vienen de décadas o siglos atrás, aunado con el lugar de origen de las personas, su género o su color de piel, que forman parte de la construcción de un camino que se transitará a futuro. “Parte de la desconexión en las élites es porque nos han enseñado a exaltar el esfuerzo individual durante tanto tiempo que olvidamos todo ese factor social que ha permitido que estemos donde estamos. Entonces, siempre trato de incitar a que quienes me escuchan para que piensen en lo que sea que hayan logrado; a lo que le llaman éxito; ¿Qué está detrás? ¿Qué explica esa situación más allá de sus desveladas y de su esfuerzo y todo su trabajo personal, qué es lo que está ahí, social o histórico, incluso?”, dice.

Jaramillo recuerda cómo en varios momentos ha escuchado un suspiro de alivio cuando se dirige a las personas y les dice: “no es tu culpa”. Al escuchar a una persona sentirse culpable porque “no ha trabajado lo suficiente” para comprarse una casa, o que siente culpa de ciertos fracasos en su vida. “El principal objetivo del libro es que aquellas personas que de alguna manera creyeron que habían fracasado por su culpa, que dejen de sentirse así. Hay algo más allá que está realmente fuera de su control”.

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Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.
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