Las 13.000 fotografías que cuentan la historia moderna de México y Latinoamérica
El Centro de la Imagen de Ciudad de México cumple 30 años de difusión de la fotografía y la conservación de un valioso acervo de imágenes, centenares de ellas a exposición por el aniversario de la institución
Un grupo de guerrilleros marcha por las calles de San Cristóbal de las Casas, la guapa ciudad colonial de Chiapas, en el sur del territorio mexicano. Es 1994 y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), cuyo alzamiento ha estremecido a México, entra triunfal a esa joya turística y uno de los soldados ve fijamente al lente del fotógrafo Antonio Turok y le apunta con su arma. Tiene ojeras, la mirada cansada, sin que se refleje en ella la adrenalina de una conquista. Detrás de él van decenas de guerrilleros, igual de agotados, muchos de ellos indígenas, gente que levantó sospechas y esperanzas en dosis similares. La fotografía en blanco y negro forma parte del acervo que conserva el Centro de la Imagen, en Ciudad de México, una institución que cumple 30 años de difusión de la fotografía. Es una de las organizaciones de su tipo más importantes del continente —desde el centro afirman que su archivo es “único en el mundo”—, y celebrará su aniversario con una enorme exposición que mostrará unas 400 imágenes que cuentan la historia moderna de México y Latinoamérica.
El movimiento zapatista pudo dejar rencores y desilusiones, pero las imágenes de aquellos hombres y mujeres andrajosos que entraban triunfales en una importante ciudad mexicana han quedado grabadas en la memoria colectiva de México, pero también en la latinoamericana, esta vasta región que ha visto triunfar, corromperse y caer tantos proyectos revolucionarios. Es la memoria que está viva en los archivos del Centro de la Imagen, que la resguarda con tanto cuidado que muy poca gente puede entrar en sus bóvedas para evitar el deterioro de sus joyas, porque el archivo está conformado por fotografías impresas, no hay negativos. “Es una colección pública especializada en fotografía contemporánea”, dice Johan Trujillo Argüelles, directora de la institución. “Su colección es un patrimonio nacional. Esta es una iniciativa de la propia comunidad fotográfica, que integra este acervo con un vínculo principalmente latinoamericano, es una colección internacional”, explica la funcionaria.
Trujillo hace referencia a la donación que hizo el Consejo Mexicano de Fotografía (CMF) de su colección fotográfica —que en 2016 fue reconocida por el Programa Memoria de América Latina y el Caribe de la UNESCO— para que esta institución la conservara. El Consejo es el predecesor del IM y había sido creado por Pedro Meyer, uno de los pioneros de la fotografía contemporánea en Latinoamérica. Meyer, nacido en España pero emigrado a México durante el exilio republicano español, fundó en 1976 el CMF, junto al también fotógrafo Lázaro Blanco y la promotora cultural argentina Raquel Tibol. “Fue un esfuerzo para que se reconociera la fotografía como parte de las Bellas Artes”, explica Trujillo. “La idea era consolidar una infraestructura para su difusión y estudio, pero sobre todo como puente de vinculación con Latinoamérica, logrando así ampliar lo que se conocía de la fotografía fuera de México. Se logró establecer comunicación con fotógrafos de otros países y de ese esfuerzo, por ejemplo, surge la Bienal de Fotografía”, relata la directora. El Consejo también organizó coloquios que permitieron la llegada a México de autores de Argentina, Chile o Brasil. Este grupo logró también que los museos abrieran sus puertas a la fotografía. “Es un esfuerzo importante para su reconocimiento como una práctica artística”, dice Trujillo.
Los problemas presupuestarios llegaron a finales de los ochenta, cuando el Consejo dejó de recibir —“por cuestiones de tramitación administrativas”, según Trujillo— el financiamiento público para mantenerse. La institución perdió sus instalaciones en la colonia Roma de Ciudad de México y todo apuntaba a su muerte, y con ella la de la difusión de la imagen en el país. Ocurrió entonces un hecho portentoso, porque para esa época el fotógrafo, escritor y editor mexicano Pablo Ortiz Monasterio organizó la celebración de los 150 años de la fotografía en México, con lo que pudo convencer a muchas galerías de la ciudad a que se sumaran y exhibieran imágenes. La importancia de ese evento y la presión generada por fotógrafos permitió que el recién creado Consejo Nacional para la Cultura accediera a dar el financiamiento para crear un espacio público para la imagen. Ayudó que el primer director de esa organización, Víctor Flores Olea, también era fotógrafo.
La sede actual del Centro de la Imagen es un hermoso edificio del Siglo XVIII construido en el viejo corazón de Ciudad de México, una planta que primero sería una fábrica de tabaco, pero que más tarde fue utilizada como cuartel militar, principalmente para resguardar armas. Las labores de rehabilitación y remodelación del inmueble comenzaron a inicios de los noventa, porque la construcción estaba casi abandonada, en mal estado -”crujía todo”-, dice Trujillo. El edificio cuenta con una enorme explanada que se extiende a un coqueto parque donde cada domingo decenas de jubilados se reúnen para bailar boleros. Tiene también frescos patios internos llenos de buganvilias, árboles y plantas y una amplia sala para las exhibiciones, porque también se ha convertido en un importante museo para la difusión. El Centro de la Imagen fue inaugurado por las autoridades de Cultura el 4 de mayo de 1994 y es por eso que este año celebrará sus 30 con una gran exposición que mostrará al público más de 400 imágenes de su acervo.
El archivo cuenta con fotografías de las primeras décadas del pasado siglo, como una de Enrique Díaz, que muestra a un tal comandante Pimentel junto a la mascota del cuerpo de bomberos, encima de una máquina apaga incendios recién estrenada, en una imagen de 1945. O la de Lola Álvarez Bravo del mismo año, en la que se ve a un fotógrafo ambulante que retrata a una familia en un paisaje reseco y lleno de cactus. Está una foto de David Meneses, de finales de los noventa, que muestra a una mujer en pleno arranque de éxtasis divino como integrante de la Luz del Mundo, la controvertida secta mexicana; y la de Federico Gama, con un joven sonriente montando en una bicicleta, que forma parte de esa cultura urbana conocida como los cholos. La historia latinoamericana también tiene cabida, entre la belleza y la infamia, como la foto de Alejandro Cherep del 20 de septiembre de 1984, cuando le fueron entregados al presidente Raúl Alfonsín los resultados de una investigación que daba cuenta de los horrores de la dictadura militar argentina: casi 9.000 personas desaparecidas que pudieron ser confirmadas.
“Son más que nombres o solo eventos”, dice la directora Trujillo. Es la historia misma retratada para la posteridad. Hay fotos de la Alemania dividida, antes de la caída del muro; la vida en las ciudades del continente bajo las dictaduras militares, de Guatemala a Brasil; los movimientos guerrilleros de Centroamérica. “Han sido los grandes acontecimientos de la región los que nos permiten tener esta singular colección”, acota Trujillo. “La idea de la exposición que vamos a montar es dar cuenta de esta riqueza documental”, agrega. La muestra abrirá sus puertas el 4 de mayo y estará dividida en tres partes, dedicada a la fotografía que retrata la actualidad, al ensayo fotoperiodístico; otra que muestra hechos ocurridos en 1994, el año cuando pasó todo en México, como el alzamiento zapatista; y la última es una mirada a la fotografía contemporánea, más artística, con imágenes de autores de Latinoamérica. Una exposición que cuenta la historia convulsa de una región siempre convulsa y que sostiene el popular dicho de que una imagen vale más que mil palabras.
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