Cuándo se activa una contingencia ambiental en Ciudad de México y cuáles son las diferencias entre el ozono y las partículas en suspensión
Ricardo Torres Jardón, experto en atmósfera y cambio climático de la UNAM, despeja las principales dudas sobre la contaminación del aire que aqueja al Valle de México y el programa de contingencia para responder ante ellas
Las condiciones atmosféricas del Valle de México, la región sobre la que se levanta el área metropolitana más poblada del país, hogar de 22 millones de personas, dificultan cada vez más la dispersión de los contaminantes que se emiten en su interior. Con una altitud por encima de los 2.200 metros sobre el nivel del mar y situada en una cuenca rodeada de sierras montañosas, cuando los niveles de radiación solar altos se conjugan con altas temperaturas y vientos débiles, los ingredientes están puestos para provocar un efecto tapón que lejos de dispersar los contaminantes, favorece las reacciones químicas que los originan. “Como el Valle de México está bloqueado por montañas, esto ocasiona que tengamos una especie de cazuela, de olla, en la cual si no tenemos las condiciones apropiadas de viento y dispersión, los contaminantes que se emiten dentro se quedan acumulados; es decir, no se ventilan”, explica Ricardo Torres Jardón, experto en ingeniería ambiental e investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
¿Qué es la temporada de ozono y cuánto dura?
El escenario anterior se presenta con mayor frecuencia entre mediados de febrero y junio, en la temporada que los meteorólogos llaman seca caliente, cuando los índices de ozono, un contaminante que se forma como resultado de la reacción de distintos gases con la luz solar, alcanzan su pico más alto en la zona metropolitana. A diferencia del ozono estratosférico que se concentra en la parte más alta de la atmósfera y forma la capa que protege al planeta de la radiación ultravioleta, el ozono troposférico es un contaminante secundario relacionado con graves problemas respiratorios que se origina a partir de contaminantes precursores, como los emitidos por vehículos a diésel y gasolina o las fugas en instalaciones de gas LP.
A corto plazo, la exposición a altas concentraciones de ozono provoca síntomas como dolores de cabeza, irritación en los ojos, nariz y garganta. Los estudios de largo alcance, sin embargo, relacionan este contaminante con la aparición de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, la complicación de casos de asma y una mayor posibilidad de experimentar infartos, entre otras dolencias, que concluyen en su injerencia cada vez mayor en el aumento de la mortalidad a nivel mundial.
Partículas en suspensión: el otro contaminante que aqueja al Valle de México
Además del ozono, el aire de Ciudad de México enfrenta otro contaminante con series implicaciones a la salud: las partículas en suspensión, una mezcla de compuestos microscópicos que se encuentran suspendidos en el aire que se clasifican a gran escala en dos grupos según su tamaño: Las partículas de menos de 10 micras de diámetro (PM₁₀), y las partículas finas, de menos de 2,5 micras (PM₂,₅). Ambas integran la lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los contaminantes más preocupantes para la salud pública y existe evidencia creciente de su capacidad para adentrarse en los pulmones e incluso llegar al torrente sanguíneo, provocando enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
A pesar de que no existe una temporada de partículas provocada por condiciones meteorológicas tal y como ocurre con el ozono, estadísticamente las contingencias ambientales de PM₁₀ y PM₂,₅ son más frecuentes durante diciembre e inicios de enero, debido a quema de biomasa, es decir, de cualquier material orgánico como leña o basura a causa de la actividad humana. “En diciembre rara vez tenemos concentraciones altas de ozono, porque no hay la suficiente radiación”, advierte Torres Jardón. “Pero resulta que en invierno las condiciones de dispersión son muy receptivas y el hecho de que tengamos menos horas de luz y días más cortos, hace que las condiciones que favorecen la ventilación también sean menos, lo que provoca que se acumulen las partículas”, explica Torres Jardón.
Las concentraciones de ozono durante la primera mitad del año y de partículas suspendidas al final del mismo dan como resultado una contaminación casi permanente. De acuerdo con el World Resources Institute (WRI), entre enero y agosto de 2023, Ciudad de México tuvo apenas 55 días de buena calidad del aire. Es decir, durante un 77% del periodo, los habitantes del Valle de México respiraron aire contaminado. “Durante los meses cálidos de la temporada seca el ozono y los aerosoles secundarios son los principales responsables del deterioro de la calidad del aire, mientras que en el invierno son las partículas suspendidas las que reportan mayores concentraciones”, explica el índice aire CDMX.
El único respiro para Ciudad de México llega con la temporada de lluvia, que se extiende de junio a septiembre. Durante este periodo, las partículas en suspensión tanto PM₁₀ como PM₂,₅ alcanzan su mínimo anual, mientras que el ozono puntúa menos días con una calidad mala o muy mala, una constante especialmente grave en abril y mayo.
¿Cuándo se activa una contingencia ambiental?
En la zona metropolitana del Valle de México, las autoridades prestan especial atención al ozono y las PM₁₀ y PM₂,₅ para las políticas que rigen la calidad del aire y, sobre todo, para encender las alarmas en caso de una alta concentración de alguno de los anteriores. Aunque la OMS toma como referencia otros tres contaminantes para evaluar la calidad del aire (dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y monóxido de carbono), las partículas en suspensión y el ozono son conocidos como contaminantes criterio, aquellos que se mantienen en observación constante y funcionan como un índice para conocer el nivel general de contaminación del aire. “Históricamente, el ozono y las partículas han sido estudiados por mucho tiempo y se ha encontrado que tienen un efecto importante en la salud aún en exposiciones cortas de tiempo”, asegura Torres Jardón.
Las contingencias ambientales se activan cuando el nivel de ozono o partículas en suspensión supera los máximos establecidos por la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe), un órgano creado en 2013 por los gobiernos de Ciudad de México, Morelos, Tlaxcala, Hidalgo y Puebla para coordinar las acciones enfocadas a proteger el ambiente en la zona metropolitana del Valle de México.
Fases y medidas de una contingencia ambiental
Actualmente, la Fase 1 de contingencia se activa en tres escenarios: cuando la concentración de ozono supera las 155 ppb (partes por billón), las PM₁₀ los 214 microgramos por metro cúbico o las PM₂,₅ los 97.4 microgramos por metro cúbico. De acuerdo con el nuevo programa para prevenir y responder a las contingencias ambientales, una serie de lineamientos actualizados en 2019 por la CAMe, la primera fase implica un endurecimiento del programa ‘Hoy no circula’ que obliga a sacar de la circulación a una quinta parte de los vehículos automotores de la zona metropolitana, además de emitir recomendaciones para suspender el ejercicio al aire libre.
La Fase 2 de contingencia ambiental, el máximo nivel de alerta ante la concentración de contaminantes, se activa cuando el ozono supera las 204 ppb, las PM₂,₅ se disparan por encima de los 150 microgramos por metro cúbico, o las PM₁₀ superan los 354 microgramos por metro cúbico. Esta alerta endurece las medidas de la Fase 1 e implica la suspensión de las actividades de cualquier naturaleza organizadas por instituciones públicas o privadas, la suspensión de clases en todos los niveles educativos, sacar de la circulación al 50% de las motocicletas del parque vehicular y disminuir las actividades en las plantas de distribución de gas LP en un 40%.
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