‘Valentina o la serenidad’, un abrazo de la infancia a la vida y a la muerte
El segundo largometraje de la directora mexicana Ángeles Cruz, una historia sobre el duelo desde el punto de vista de una niña, se estrena internacionalmente en el Festival de Cine de Toronto
La primera vez que Ángeles Cruz se encontró con la muerte tenía 9 años. En ese primer encuentro, cuando su padre falleció, solo la “bordeó”, recuerda, no la encaró. Esa pérdida la dejó descolocada y en un silencio que no pudo compartir con nadie más que con su hermano menor. No fue hasta 2020 que volvió a ver a la muerte en el rostro, en ese año “fatídico, pandémico y doloroso” para muchas personas. Ese “miedo irracional” que había sentido antes, ese que le hacía decirse a sí misma “no quiero perder a nadie más”, había regresado, pero esa vez decidió no darle la vuelta y enfrentarlo. Fue así que escribió Valentina o la serenidad, su segundo largometraje, en el que encara su propio proceso de duelo, ese que había callado cuando era niña y que ahora puede expresarlo, como un abrazo a la muerte y a la vida a partir del lenguaje de la infancia.
“Decidí hablar desde la infancia, sobre que solos quedamos los niños cuando se pierde a alguien. Los adultos viven su luto, las personas siguen con la vida. Quería escribir cómo vamos procesando esas ausencias y era importante hacerlo desde la infancia”, explica Cruz, la directora ñuu savi del Estado de Oaxaca.
Valentina o la serenidad, su segundo largometraje tras Nudo mixteco —reconocido como Mejor ópera prima en los Premios Ariel de 2022—, tendrá su estreno internacional en el Festival de Cine de Toronto el 8 de septiembre, mientras que en México será en la cita cinematográfica de Morelia, a realizarse durante el mes de octubre.
Valentina pierde a su padre en un accidente en el río. No conforme con la explicación de la muerte, lo busca en todas partes. Al no encontrarlo, se vuelve una niña solitaria, su familia y el tiempo le ayudarán a acomodar la ausencia y superar su duelo.
La directora cuenta que en 2020, cuando terminó una primera versión del guion, su hermano, quien la acompañó durante la pérdida de su padre y que inspiró a uno de los personajes principales de la película, enfermó de covid y falleció a causa del mismo. En Nudo mixteco ya había abordado el trauma, la pérdida y la muerte, entre otros temas, pero no de una forma tan personal como en esta película. Ese miedo la impulsó a encarar a la muerte. “Decidí hablar de lo doloroso que es, de la soledad, también del sentido del humor, de reírnos de eso. También de que la vida sigue y va a continuar; y vamos a acomodar esas ausencias, a seguir riendo, corriendo y gozando”, agrega la directora.
Alfred Hitchcock, en una de sus míticas frases, recomendaba no trabajar con niños en un rodaje. Muchos son los actores, actrices y directores que han reconocido la dificultad de esta tarea. Sin embargo, Cruz admite que para ella fue un gozo y que le encanta trabajar con ellos. Admite que trabajar con Danae Ahuja Aparicio, la protagonista, fue un proceso “amoroso y comprensivo” en el que se respetó la naturaleza de la infancia. Esto, en una dinámica de trabajo a través de juegos, fue el norte para lo que se buscaba transmitir en el filme.
“La infancia es una esponja que está descubriendo el mundo y en esto le toca [a Valentina] su primer dolor, cómo lidiar con la pérdida desde sus primeros años. Nadie está listo para perder a alguien, no importa la edad que tengas. En la película se lidia con la amistad, con la naturaleza y, además, era ponerme a mi en esa fragilidad, en esos zapatos, de no saber qué rumbo va a tomar la vida y que puedas agarrarte de una pequeña brisa, de una hormiga, de una fortaleza, con cosas muy simples de su cotidianeidad”, afirma Cruz.
Cruz también propone un acercamiento al mixteco, al lenguaje y comunicación con la naturaleza y los seres vivos, además del sentido de comunidad, a partir de metáforas que forman parte del mundo onírico en ese trajín entre la vida y la muerte que propone para la película. “Es parte de buscar esa lengua en la que pueda encontrarse con su padre. Es entender que cuando alguien muere o pierde un ser querido, ese lugar donde perdió la vida se vuelve en un lugar de respeto. En 2020 no podíamos juntarnos, no pudimos despedirnos de muchas personas. El acompañamiento es sobrevivencia, es fortaleza. En las comunidades rurales somos uno con la naturaleza, con las hormigas, con la textura de la madera y eso lo compartimos con la comunidad porque nos da un sentido de pertenencia”, precisa la directora.
La cinta fue beneficiada con el Estímulo a la Creación Audiovisual en México y Centroamérica para Comunidades Indígenas y Afrodescendientes (ECAMC), un incentivo “pequeño” con relación a lo que gasta la industria cinematográfica, dice Cruz, pero “muy poderoso” en cuanto a lo que permite a las comunidades indígenas para hacer cine. “Sé que hay resistencia por hacer más diverso este mundo cinematográfico. Desde las comunidades tenemos historias poderosas que contar y también tenemos que sacarlas al mundo. El mundo tiene derecho de conocerlas así como nosotros conocemos lo de afuera. A mí el cine me cambió y cuado veía una pelicula de otro país, me hizo encontrar mi reflejo. Espero que nuestro cine pueda hacer sentir o experimentar lo mismo a otras personas”, finaliza Cruz.
Más cine latinoamericano en Toronto
El Festival de Cine de Toronto también cuenta con la presencia de otros filmes mexicanos. Michel Franco, que estrenó su más reciente cinta Sundown, retorna a Canadá con un nueva obra titulada Memory, con Jessica Chastain y Peter Sarsgaard como protagonistas. Otro presente en el festival es el director Alejandro Lozano, con El sabor de la Navidad, una película producida por Salma Hayek y protagonizada por Mariana Treviño y Andrés Almeida. La representación mexicana es complementada por Mariana y Santiago Arriaga, quienes estrenan internacionalmente la coproducción con España que titula A cielo abierto. Mientras que el director mexicano Carlos López Estrada codirige un documental sobre el rapero Lil Nas X.
Del sur del continente se presenta la nueva película de la argentina Paula Hernández, El viento que arrasa, y de su compatriota Rodrigo Moreno que estrena Los delincuentes. Asimismo, por parte de Chile la película de Felipe Gálvez, Los colonos —elegida por el país sudamericano como su apuesta al Oscar—, continuará su recorrido internacional en Toronto, junto a los filmes La suprema (Colombia), Pedágio (Brasil) y La mujer salvaje (Cuba).
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