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Carla Faesler: “¿Cómo es posible que la poesía exista todavía?”

La escritora mexicana presenta su nuevo libro, ‘Texto’, después de dos décadas reivindicando el lenguaje como la herramienta para crear otras realidades. La autora asegura que solo con la imaginación la sociedad saldrá adelante en esta “época apocalíptica”

Beatriz Guillén
La poeta Carla Faesler
La poeta Carla Faesler, en la colonia Roma de Ciudad de México, el 1 de marzo de 2022.Nayeli Cruz

Era un viernes de septiembre por la noche y era un evento de poesía en un interior amable; el público estaba agotado, asediado a diario por cifras de enfermos. Mientras todos respiraban a través del cubrebocas, ella, de negro y gafas resultonas, se dijo entusiasmada por su primer encuentro con otros cuerpos enteros después de 18 meses de encierro. Se sentó en el taburete iluminado y anunció: iba a leer algo sobre el virus, sí, de nuevo el virus. Casi se oyeron los respingos. Aún así declamó: “Ey, Pandemia, si no hubieras, si hubiéramos sabido, adivinado, prevenido, si pudiéramos verte a los ojos desde nuestros nuevos rostros, cortados o sea, a medias, sí, sí, ocultos. Si te tapas la boca se oyen menos tus gritos, si te tapas la boca es más difícil pensar”. Y siguió y envolvió en verso cada reproche a la vida robada, y siguió y recogió cada inseguridad compartida. Las sacó en voz alta y así las achicó. Sonrió al terminar. Los aplausos continuaron hasta que ella tuvo que empezar el siguiente poema. Antes, Carla Faesler (Ciudad de México, 1967) dijo: “La poesía son pensamientos ordenados de una manera distinta a cómo se ordenan usualmente las cosas”. Y con eso explicó el efecto.

Unos meses después, en una terraza de la colonia Roma, la guerra en Ucrania, la marcha del 8 de marzo y la crisis de violencia en México han eclipsado todas las variantes de la covid-19, pero ella continúa la misma idea: “Si estamos de acuerdo en que escribir es pensar, el pensamiento ordenado de otra manera genera un pensamiento distinto. Cuando tú estás leyendo algo que no está acomodado de manera tradicional, que es más libre y tiene esos errores gramaticales, lo que llamamos licencia poética, se empiezan a producir dentro de ti pensamientos distintos”.

Faesler lleva más de dos décadas publicando poemas. En 1999 fue No tú sino la piedra, en 2002 el premio Nacional de Literatura Gilberto Owen con Anábasis maqueta. Los más recientes son Formol y Dron, y esta semana presenta el último, Texto, publicado por la UAM-Xochimilco, en la Feria Internacional del Libro de Minería, en Ciudad de México.

No ha vivido siempre como escritora, pero lo fue desde el principio. Creció en una casona de la Roma con una madre que era bruja y artista. Cristina Bremer era amiga íntima de Leonora Carrington y trabajaba como escenógrafa en el teatro Blanquita, un espacio de variedades, situado cerca de Bellas Artes, que servía el entretenimiento que ahora da la televisión. Por ahí pasaron todas las estrellas del momento, también Juan Gabriel. En ese mundo de magia y juego se hizo grande Carla Faesler. ¿Le impactó? Imagina que sí, pero no le apetece hablar de eso. Sí de Juanita, su maestra en la escuela primaria Porvenir, de la calle Jalapa, quien le “inoculó el virus de la poesía”. La profesora organizaba concursos de declamación y en ellos Faesler encontró a Sor Juana. Después estudió Ciencias Políticas, trabajó como encuestadora rural para la Secretaría de Agricultura, hizo una maestría en Desarrollo en la prestigiosa universidad London School of Economics (LSE), en Reino Unido, y después, mucho después, regresó a la escritura.

De ahí ya no se ha marchado, pero para mantenerse, además de sus textos, ha hecho edición, traducción y de escritora fantasma para otros. No da nombres. “Ya no lo he aceptado tanto porque si es muy matado y muy mal pagado, no te vale la quebrada de lomo y el cerebro absorbido”, dice.

Para Faesler la poesía es resistencia. Le sorprende que ese entorno frágil en el que sus integrantes sobreviven por pura solidaridad entre ellos todavía no se haya extinguido. “¿Cómo es posible que esto, este reunirse a leer, a compartir ideas, exista todavía?”. En los poemas ella encuentra el pulso de los tiempos: ¿qué se está pensando hoy? ¿Qué están escribiendo ahora las poetas ucranianas? ¿O las rusas?, pregunta.

La escritora considera que en México ahora la poesía más interesante la están escribiendo las mujeres. “Yo crecí en el medio literario mexicano que era lo más machín y misógino. Es maravilloso poder vivir este cambio, es una cosa que no puedes creer”. Recuerda cuando las escritoras estaban para ser las grupis o las musas, cuando le dijeron la frase “me gustaron mucho tus poemas, hasta pensé que los había escrito un hombre” y era un cumplido, y cómo ellas se callaban siempre el coraje. Dice que no tenían las herramientas y tampoco el acompañamiento, no sabían lo de la sororidad.

Hace mucho que la poeta mexicana se pregunta por qué escribe cómo escribe lo que escribe. Y ahí se queda los ratos a pensar. ¿Por qué describe así el amor, a la ciudad, a la persona amada? “Para eso sirve también escribir: para preguntarte y empezar a escarbar, a deconstruir, a abrir el pensamiento binario y toda la manera en cómo fuimos educadas”.

—¿Qué encuentra cuando escarba?

—Empiezas a encontrar donde están las instrucciones con las que crecimos desde la infancia. Siempre te dicen “mi mamá me mima mi papá fuma pipa”. Entonces empiezas a desmontar esas acepciones del diccionario y a decir por qué la oposición de blanco es negro, por qué hombre y mujer. ¿Hablas del amor de una manera? Pues trata de imaginarlo de otra. El arte es el terreno de la imaginación. Primero imaginamos y luego las cosas ocurren: primero imaginamos que podíamos volar y luego ya vinieron los aviones. En estas épocas apocalípticas solo con la imaginación vamos a salir adelante. La ficción especulativa, a través de mujeres increíbles, te está mostrando por ejemplo cómo se vive sin agua. Solamente imaginando cómo vamos a hacer para vivir en esas condiciones, vamos a poder hacerlo. Me gusta mucho una cosa que dice Donna Haraway, en el libro Seguir con el problema: “De nada sirve señalar el error, hay que empezar por lo que nos gusta”. Empecemos con lo que nos gusta, imaginemos cómo va a perseverar dentro de las circunstancias que se avecinan. También es importante darnos cuenta que la inteligencia del capitalismo es hacernos creer que no hay nada después de él, y que obviamente nos vamos a morir todes y pues no. No es que crea que se vaya a acabar, pero es como el PRI, nunca nos imaginamos que iba a haber un México sin PRI y bueno, pum, llegó.

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Beatriz Guillén
Redactora de EL PAÍS en México. Trabaja en la mesa digital y suele cubrir temas sociales. Antes estaba en la sección de Materia, especializada en temas de Tecnología. Es graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS. Vive en Ciudad de México.

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