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ESTAR SIN ESTAR
Columna
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‘Get back’

La pertenencia tatúa por siempre la querencia, aunque el alma abra alas allende el paisaje, en otros bosques que son en realidad manantial

Ilustración The Beatles de Jorge F. Hernández

Aunque la canción Get Back fue inicialmente tarareada como una elegía del regreso —de todo o cualesquier forma de regreso—, su sentido cambió rápidamente en el sentido de una protesta contra una ola de supremacismo racial que salpicó el paisaje de Inglaterra en los días en que Lennon y McCartney la cuajaban en el estudio de sus interminables improvisaciones. Get Back dicen los racistas en cuanto un mexicano les incomoda el ánimo en Texas y le espetaban al paquistaní que se quiso ganar la vida en Picadilly, a falta de recursos en el Punjab… y ahora, eso otras cosas más las sabemos gracias a la titánica labor con la que Peter Jackson ha rescatado de la amnesia alrededor de 57 horas de filmación inédita, guardadas en una caja fuerte durante medio siglo, para iluminar hoy mismo al mundo con el milagro de una epifanía insólita: John, Paul, George y Ringo se reúnen por fin un 2 de enero de 1969, al filo de un divorcio anunciado, con la sana intención de ver si son capaces de cuajar 14 canciones en tres semanas y culminar toda una vida de música con una última presentación en vivo. El resultado fue un disco invaluable titulado Let it Be y un concertó de azotea que resonando sobre los tejados de Londres hasta el día de hoy en que ya sabemos lo que sabemos: que con la presión encima, los genios son capaces de materializar un milagro, que con el tiempo encima se puede inventar de la nada una obra de arte irrebatible y de que si somos cuatro, o sólo dos, y estamos juntos… no hay nadie que logre callarnos ni mucho menos, cortarnos las alas.

Coincide con el documental de Get Back, un regreso a México con el que quiero abrazar a tanta gente buena junta que viene a mi lado como madre May en cuanto me siento en tiempos de problemas y vuelvo a la FIL con el ánimo ilusionado de que muy pronto ha de volver a ser totalmente presencial, lo que por ahora se llama híbrido y que no obsta ni impide la celebración más grande y feliz de la lengua castellana o idioma español o clave de eñe de la mejor literatura posible. Se vuelven a reunir en una azotea milagrosa de Guadalajara todos los géneros —desde el cuento y cuentínimo, al ensayo y novela, pasando por la crónica y la entrevista, el aforismo y la poesía— y se reúnen los autores (ya en persona o en pantalla) para una elegía que en el fondo clama Let it Be, déjalo ser al necio con su manías y al pusilánime con su silencio, al plagiario impune y al autor multiventas, a la poeta hasta hoy anónima y a la ensayista deslumbrante; que con su pan se lo coman los advenedizos psicópatas y los funcionarios efímeros, pero también dejemos que sean como son los autores libres, las voces en prosa que no merecen censura y las poetas que defienden a las mujeres maltratadas por siglos y que dejemos en paz a los lectores que quieren leer por el solo placer de viajar con la imaginación sin adoctrinamientos trasnochados y dejemos ser a los niños que ya vuelan en páginas y a las ancianas que rememoran su pasado psicodélico con libros que atesoran en su memoria.

Vuelvo sabiendo que he de volver a Madrid en cuanto vuelva a pasarle página al México de siempre, al que vuelvo porque nunca me fui ni me he ido, porque al volver sólo se va lo que sí merece olvidarse, lo que no vale la pena evocar salvo en náuseas ocasionales. Vuelvo a las calles que abrazo con pétalos de bugambilia y a los perros amarillos flacos que deambulan por las calles sin dueño, los trompos de tacos y las charlas cantaditas, los lutos de quienes se adelantaron y la música multifacética de la comida mexicana y los rostros entrañables entre miles de caras y los libros, todos los libros, tantos libros que se leen en las caras sonrientes e ilusionadas de tantísimos mexicanos que no se han doblegado por las constantes desgracias y mentiras, falsas utopías circulares y tantos sofisma descomunal. Vuelvo, es decir: Get Back to where you once belonged, porque la pertenencia tatúa por siempre la querencia, aunque el alma abra alas allende el paisaje, en otros bosques que son en realidad manantial.

Vuelve a donde perteneciste en un ayer, aunque hoy no seas tan de aquí ni de allá, rodeados de nubes que murmuran ese sentimiento que llevas en la piel y la saliva, en las páginas de los libros por venir y el paseo de madrugada sobre versos sin rima. Allá lejos danza un perro tricolor que parece sonreírle a Maxwell del martillo o al quinto jinete de piel oscura que deambula sobre las teclas de un órgano como misa de fondo para que los cuatro profetas de la infancia se vuelvan a reunir, ya para siempre, en el pretérito presente que ha de marcar todo futuro.

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