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Los viñedos se adaptan para sobrevivir

Las altas temperaturas amenazan la supervivencia del 65% de las tierras vitivinícolas de España

Un racimo quemado de una viña de garnacha en Bodegas Roda (Haro, La Rioja) a causa del calor.
Un racimo quemado de una viña de garnacha en Bodegas Roda (Haro, La Rioja) a causa del calor.EDP

La viticultora Lidia Martínez inspecciona el daño que la segunda ola de calor de este verano ha provocado en las viñas de Bodegas Roda (Haro, La Rioja) en los primeros días de julio. Se agacha y arranca un racimo quemado de un viñedo de garnacha, una variedad autóctona. “Pobre”, susurra. La Rioja tiene la Denominación de Origen más antigua de España, un sello que acredita el prestigio y la calidad de su vino a nivel internacional. En la ola de calor de julio de este año alcanzó los 42 grados. Bodegas Arizcuren, un productor de vino en Logroño, calcula que algunos de sus viñedos han perdido hasta el 20% de la cosecha. El cambio climático ha hecho saltar todas las alarmas en este sector clave de la economía española: un 65% de las viñas está en riesgo de desaparición si no se emprenden medidas urgentes para adaptarse a temperaturas más elevadas.

En Haro, considerada la capital del vino riojano, los viticultores ya están preparándose para adelantar la vendimia, una de las consecuencias inmediatas de estos episodios de temperaturas altas. “El calor acelera el ciclo vegetativo de la uva; por eso hay que vendimiar antes”, afirma Isidro Palacios, director de campo de Bodegas Roda. “Si la uva madura demasiado, sube el contenido de alcohol y baja la acidez”. Prevé una cosecha para principios de octubre, una semana antes de lo normal. “También aumenta el riesgo de plagas”, confirma Lidia Martínez. “Ahora estamos encontrando pestes que antes solo veían en el sur, como los mosquitos verdes y variedades de arañas que les favorece el calor”.

Lidia Martínez, viticultora de Bodegas Roda, analiza los daños que han sufrido las plantas en uno de los viñedos por la ola de calor.
Lidia Martínez, viticultora de Bodegas Roda, analiza los daños que han sufrido las plantas en uno de los viñedos por la ola de calor.EDP

Los mayores problemas para las viñas son los fenómenos meteorológicos extremos, como los golpes de calor, las sequías y las tormentas. Naciones Unidas y otras organizaciones mundiales prevén que estas consecuencias del cambio climático serán cada vez más frecuentes. “Estos golpes de calor provocan estrés en las plantas. No tienen suficiente agua en el suelo y no pueden fotosintetizar adecuadamente. Como resultado, se secan las hojas, las bayas e incluso los racimos”, afirma Martínez.

España es el tercer productor de vino más importante del mundo, según un informe publicado en 2020 por la Organización Interprofesional del Vino de España. La industria del vino genera 23.700 millones de euros a la economía nacional y emplea a cerca de 427.000 personas. La Rioja representa más del 21% de la actividad vitivinícola de España y supone aproximadamente 15.000 puestos de trabajo.

infografia
EDP

Viticultores riojanos como Martínez y Palacios asumen que la industria tiene dos opciones frente al cambio climático: adaptarse o morir. “Hay viñedos que van a adaptarse, van a vendimiar antes, y hasta producir caldos de mayor calidad, y otros que van a quedarse atrás”, concluye Palacios. ¿Y cómo lo están haciendo? Buscando variedades que se adapten mejor al calor, desplazando las viñas a más altura o experimentando con levaduras que convierten altos niveles de azúcar en alcohol más eficientemente. O con soluciones más sencillas, como regar más o dejar que crezcan las hojas y la hierba entre los viñedos para proteger las plantas del sol.

La diversidad agrícola podría ser una de las claves para mitigar los efectos del cambio climático, según un estudio publicado por la Universidad de Alcalá en 2020. La investigación evaluó el impacto que tendría una subida de dos grados centígrados en las principales regiones vinícolas del mundo. Si no se cambia nada, señala el informe, se perderá el 56% de las tierras en las que se cultiva la uva. En España, más de la mitad (65%) de las áreas vitivinícolas podrían desaparecer.

Si se aumenta el número de variedades que se plantean, las pérdidas se reducirán a la mitad. “Cuando hay más diversidad,” explica Ignacio Morales Castilla, autor del estudio, “hay un mayor potencial para reemplazar variedades y, por tanto, evitar pérdidas de idoneidad climática”. Variedades como la Garnacha y el Monastrell, autóctonas de España, figuran entre las más resilientes del estudio. Los científicos concluyen que explorar la capacidad adaptativa de estos tipos de uva podría ser la clave para amortiguar los efectos del calentamiento global en el vino producido en España.

La calidad del aceite, el vino y el marisco en riesgo por las altas temperaturas 

El cambio climático y el incremento del calor desencadenarán una pérdida exponencial de la calidad de la gastronomía española. Los expertos y agricultores prevén que un aumento de dos grados en la temperatura en el año 2050 provoque aceites más ácidos, vinos con mayor graduación de alcohol y mariscos más salados.

Varias regiones vinícolas de España utilizan ahora variedades tradicionales. La Familia Torres, una finca familiar en Penedès (Barcelona), descubrió más de 50 tipos de uva autóctona que han desaparecido a lo largo del tiempo por distintos motivos, como la plaga filoxera que devastó los viñedos de Europa en el siglo XIX. Muchas muestran un mayor potencial de adaptación a condiciones de sequías y temperaturas altas.

Otra solución que están siguiendo en La Rioja y en otras zonas es cultivar a mayores altitudes. Todas las viñas de Javier Arizcuren, dueño de Bodegas Arizcuren, están entre 550 y 800 metros, al pie de la Sierra Yerga en La Rioja oriental. El último viñedo de Bodegas Rodas lo pusieron a 620 metros. Con el lema “Pioneros en viñedos de altura”, Bodegas Bal Minuta cultiva las uvas a mayor altitud en la península ibérica, a 1.300 metros sobre el nivel del mar en el municipio de Barbenuta, una localidad ubicada en el Pirineo aragonés.

La adaptación es vital, y no solo por una cuestión cultural. Si se cumplen los peores pronósticos, España perdería buena parte de los casi 24.000 millones de euros que el mercado del vino le genera cada año. La economía de regiones como La Rioja depende casi totalmente de este sector. En Haro, es la única industria. “Casi todos aquí tenemos alguna relación con el vino”, admite Lidia Martínez. Ahora más que nunca, en la viña española el lema es claro: adaptarse o morir.

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