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Lectura
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las extraordinarias aventuras de Teo para recordar la infancia olvidada

La popular serie de libros infantiles nos hace ver lo maravilloso que se esconde en la vida ordinaria, y me hace recorrer librerías de segunda mano en pos de los ejemplares que me faltan

Aventuras de TEO
Candela disfrutando de 'Teo en el parque natural'.Liliana Peligro
Sergio C. Fanjul

La primera vez que me puse a leer Teo va la escuela con mi hija sufrí una epifanía: me acordaba de todo aquello. Me acordaba del elefante de barro que moldea Teo sobre la mesa de su clase, me acordaba del director del centro regañando a Teo por portarse mal (y la incertidumbre por no saber qué era eso tan malo que había hecho Teo y la indignación porque nadie nos lo contaba), me acordaba de las bandejas del comedor y hasta de la hierba que afloraba entre las juntas de las baldosas del patio del colegio, donde unos jugaban a baloncesto y otros hacían gimnasia.

Recordaba cosas que creía nunca haber conocido y recordé cómo odiaba, precisamente, ir a la escuela (como luego ir al trabajo) y cómo buscaba consuelo en la peripecia del chaval pelirrojo del jersey de rayas. Aquella lectura con Candela me revelaba algunos aspectos sorprendentes sobre el funcionamiento de la memoria: que tiene sótanos escondidos y desvanes polvorientos donde, además de fantasmas, guardamos esos trastos que ni siquiera sabemos que tenemos.

La vida con la pequeña Candela me ha traído a la mente otras imágenes que creía inexistentes, porque tener una hija es volver a visitar la propia infancia: la báscula metálica de la Farmacia Estrada, en Oviedo, a principios de los ochenta o la consulta del pediatra Zapico, que tan temible me parecía en cada visita. Echar de menos a mamá, sufrir los problemas de papá. Hasta creo tener recuerdos muy primitivos de cabezas borrosas asomando a mi cuna, como si el bebé que fui hubiera sido abducido por extraterrestres (¿acaso no es eso ser nacido?); aunque esto ya no sé si son recuerdos o construcciones mentales, porque con frecuencia la memoria se mezcla con la fantasía y levanta mundos que nunca sucedieron.

Me gusta mucho leer los libros de Teo, publicados en Timun Mas. Me gusta porque los encuentro mucho en librerías de segunda mano, de modo que son como un objeto de coleccionista y eso nos da un motivo para vivir. Cuando entro en una librería de viejo busco dos cosas: libros de Teo y recopilaciones de artículos de Paco Umbral. Son mis dos referentes, y suele haber material de ambos. De hecho, en Wallapop se ofrece la colección entera de Teo por 50 pavos y nos negamos a pedirla, porque lo bonito es investigar por ahí donde hay Teos, en sus diferentes ediciones, la de formato grande, como un LP, o la pequeña, como un single, que salió más recientemente con este mismo periódico.

Candela disfruta de un cuento de 'Teo' en el sofá
Candela disfruta de un cuento de 'Teo' en el sofáLiliana Peligro

Un día flipamos porque en un par de libros de Teo aparece un teléfono móvil, y no solo eso, sino un smartphone con la capacidad de sacar vídeos. El hallazgo nos parecía un oopart, esos objetos que aparecen fuera de su contexto histórico, como la figura del astronauta en la catedral de Salamanca, y que generan tanta sorpresa entre el público de Iker Jiménez. Hay otras curiosidades, como la autorreferencia de Teo en su cumpleaños, donde uno de los niños invitados aparece leyendo un cuento de Teo. O que Teo aparece en todas y cada una de las ilustraciones de la serie, excepto en una página de Teo va en tren. “No aparece en la lámina en la que el tren va a entrar en un túnel, ya que para ello tendría que sacar la cabeza por la ventanilla, creándose una situación peligrosa que los niños no deben aprender”, explica Wikipedia. Luego descubrimos que hay ediciones bastante recientes, donde ya vivíamos en el horrendo mundo de los móviles, aunque yo pensaba que Teo retrataba la Francia de los años ochenta.

Yo leía Teo va en avión o Teo va al parque natural o Teo va de vacaciones y pensaba que ahí se reflejaba el Burdeos o el Toulouse de la época de mi niñez. Todo me parecía muy francés porque la autora se llama Violeta Denou, que me sonaba al país de al lado. Pero resulta que Violeta Denou era el pseudónimo de tres mujeres: Carlota Goyta Vendrell, Asunción Esteban Noguera y Ana Vidal, que comenzaron a ilustrar en Barcelona en 1977. Ahora Teo tiene publicados más de 150 títulos en 15 idiomas (comenzaron con el del tren, el barco y el avión), y ha ganado numerosos premios internacionales de literatura infantil. Pero era curioso cómo el, digamos, prejuicio formaba el juicio: veía Francia porque quería ver Francia en lo que dibujaban aquellas autoras barcelonesas. La prueba de la españolidad del protagonista es que en una entrega muy rara, que encontré en la biblioteca pública central de Asturias, Teo recorre España provincia a provincia. Y la prueba de su catalanidad es que en otras entregas recorre Cataluña, conoce les tradicions catalanes y hasta celebra Sant Jordi. A Teo no se le ha ocultado la geografía, pero tampoco lo más duro de la vida: en otro volumen, descubre el cáncer.

A Candela, por supuesto, todo esto le da absolutamente igual. Le gusta Teo, le gusta su hermana Cleta y su perro Puck, le gusta el tío Pedro y el tío Luis, y le gusta todo lo que ve reflejado en las historias, que están ilustradas con la cándida inocencia con la que dibujaría un niño. Creo que lo que le gusta Candela, y que a mí también me gusta, es algo que Teo comparte con alguna de las más grandes obras de la literatura: que encuentra lo extraordinario de la vida en las cosas más ordinarias. En Teo, como en el Ulises de Joyce, no ocurre nada, no hay argumento arrebatador que te coja de la solapa y te lleve a través de la historia. Hay, simplemente, la vida misma, esa de la que yo he vivido ya mucho y de la que a Candela le queda tanta por vivir.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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