‘Sé lo que hiciste el último verano’: propósitos vacacionales paternales
Este año hemos bajado expectativas y aspiramos a encontrar un hotel o apartamento donde estemos más o menos bien y a tener un momento de tranquilidad personal
En todas las películas y series de veranos míticos la típica pandilla de niños o adolescentes viven unas aventuras impresionantes, descubren el valor de la amistad y aprenden qué significa hacerse mayores. Todo esto con bicicletas, helados y canciones pegadizas de la época. Pero no hay una versión paternal de estas aventuras: cuando eres padre, tus vacaciones son más prosaicas.
Si el 1 de enero escribimos la lista de propósitos ambiciosos y traumas pendientes de solucionar, en verano ya hemos bajado expectativas. Aspiramos a encontrar un hotel o apartamento donde estemos más o menos bien y felices, que no nos obligue a hipotecarnos y que, al menos, tenga unos colchones y cojines decentes que te dejen dormir.
Aspiramos a que no haya ningún accidente, ni herida grave, ni visita a urgencias. Porque está muy bien descubrir nuevos paisajes, pero buscar nerviosos y acalorados un centro médico o una farmacia abierta en un pueblo en vacaciones no te lleva precisamente a disfrutar del verano. Aspiramos también a no encontrar a demasiada gente en los mismos sitios y a las mismas horas donde vamos nosotros, porque solo a nosotros se nos ocurre ir a esa playa, a esa visita, a ese restaurante o pillar la autopista a esa hora en la que no debería haber retenciones…
Tenemos la ambición de tener algún momento de tranquilidad personal, una siesta larga, una bebida bien fría, contemplando un atardecer sin prisas ni gritos, a poder olvidar las preocupaciones cotidianas, las pandemias, las guerras, que se nos acabará el gas y el país se incendiará entero…
Queremos leer. El objetivo es acabar varias novelas y, ya puestos, uno de esos tochos que vamos arrastrando año tras año en la maleta, pensando que durante las vacaciones tendremos tiempo y tranquilidad mental para enfrentarnos al Ulises de James Joyce, a algún autor ruso antiguo que dé prestigio o al menos acabar el típico best seller que estaba de moda cuando lo compramos. Pocas cosas hay más bonitas e ilusas que llevarte un libro a la playa o a la piscina creyendo que podrás avanzar al menos 30 páginas.
Y, cómo no, aspiramos a muchos detalles pequeños que sumen unas semanas tranquilas para reponer energías físicas y mentales. Pero al final nos conformamos con pequeños momentos de distracción y felicidad familiar.
Y mientras pasamos calor en sitios más pequeños y caros que nuestra casa, convivimos y soportamos a multitudes que no conocemos y nos agobiamos en familia en sitios nuevos, nos viene el flashback de nuestros padres en las vacaciones de nuestra infancia. Y ahora entendemos cuando se iban solos en bicicleta o a comprar el desayuno lejos, o a pasear por el mar o la montaña y tardaban un buen rato en volver… También eran sus vacaciones y necesitaban un momento de descompresión.
Así que os deseo buenas vacaciones, sean donde sean, con tranquilidad y descanso, y que este último verano no sea para nadie una película de terror.
*Martín Piñol es autor de 33 libros, su serie infantil ‘La cocina de los monstruos’ se ha publicado en varios países. Su última novela es ‘El club de las sombras’.
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