¿Se nos están yendo de las manos los cumpleaños infantiles?
Las fiestas se han convertido en pequeñas bodas, y tienden a olvidar el verdadero significado de lo que supone celebrar un aniversario. Son caras, estrambóticas y la logística puede ser estresante para el niño protagonista del evento


Ante la celebración del cumpleaños de un hijo se plantean varios dilemas que cobran casi mayor relevancia que la celebración en sí. Y es que no se debe olvidar que este día se celebra para tomar conciencia de la importancia de seguir creciendo, de tener un año más. Pero cómo se conmemora un aniversario ha evolucionado mucho en los últimos años: mientras hace unas décadas lo común era congregar a varios niños con una merienda en casa una tarde cualquiera, en la actualidad estas fiestas se han convertido en competición entre padres donde la presión social está muy presente y nadie quiere ser menos que nadie.
Las fiestas de cumpleaños están más centradas en superar el evento anterior que en los valores que supone celebrar el día en el que naces, siendo casi una obligación preparar eventos perfectos y de revista.
Hay varios aspectos por los que los cumpleaños han perdido los valores que tenían, y sería interesante y necesario volver a planteárselos:
- Se ha dejado de dar valor al coste que supone un evento de tal envergadura. Los cumpleaños de hoy engloban muchos gastos que no incluían los de hace algunas décadas, tales como los regalos a los invitados, la decoración temática o la contratación de un espacio y animación para el evento.
- Por otro lado, la sobreestimulación sensorial puede llegar a ser muy elevada y contraproducente para los niños, ya que el exceso de actividades y expectativas llega a sobrepasarles. Durante su fiesta, el menor debe estar a mil aspectos a la vez —recibir a los invitados, hacer todas las actividades propuestas, posar para las fotografías, abrir los regalos, soplar las velas, sonreír— olvidándose de lo verdaderamente esencial del momento, que es disfrutar y pasarlo bien.
Es algo habitual que, tanto en las escuelas —o al terminar la jornada escolar— como en las fiestas, el protagonista regale algo a los compañeros de clase e invitados, es decir, es él quien obsequia con un detalle o varios. En muchos casos, estos regalos son incluso personalizados, por lo que ya no se trata de la clásica bolsa de caramelos, sino que ahora es la familia, junto con el niño, quien elabora una bolsita para dar a cada invitado con todo tipo de gadgets y accesorios, a cada cual más original. En ellas puede haber desde material de papelería —gomas de borrar, lápices, pegatinas, bolígrafos o libretas— pasando por los clásicos caramelos —aunque cada vez menos, porque se evita dar alimentos con azúcar a los niños— hasta juguetes pequeños o accesorios para fomentar el entretenimiento, como yoyós, peonzas, pequeñas pizarras, puzles y rompecabezas.

En cuanto al regalo que los invitados realizan al niño, las opciones más habituales son comprar un presente entre todos o que cada uno de ellos lleve un regalo, pudiendo llegar a recibir decenas de paquetes con lo que todo ello implica para el menor. Es necesario gestionar esta parte con coherencia para no llenar al niño de objetos innecesarios que acaben en un cajón perdidos, sin usar, sin darles valor.
Celebrar el cumpleaños también implica pensar y escoger una temática concreta cada año, es decir, el menor tendrá un evento personalizado de manera anual, sin repetir temática en ninguna ocasión. Esto implica decorar el espacio en torno a dicho motivo, haciendo del sitio uno único y especial, con globos, vasos, platos, servilletas, manteles, tarta y alimentos decorados con ese mismo tema. Esto incluso puede derivar en que los invitados tengan que seguir un código de vestimenta para poder acudir a dicha celebración, teniendo que ir disfrazados como se requiera. Hay quien también contrata animación como, por ejemplo, magos, princesas, payasos o monitores, que realizan juegos, bailes y talleres.
Con todo ello, las fiestas infantiles se han convertido prácticamente en pequeñas bodas, que tienden a hacer olvidar el verdadero significado de lo que supone celebrar un cumpleaños. Quizás al dejarse llevar por el ambiente, las modas y la sociedad, se tiende a seguir un modelo de celebración que ni siquiera hace feliz al niño, olvidando preguntarle qué es lo que él desearía hacer en su día y con quién querría celebrarlo. Quizás sorprenda con que quiere hacer una merienda en casa o un pícnic en el parque con algunos amigos y familiares, en lugar de una gran fiesta llena de actividades y decorados.
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