La urgencia de una mirada global y humana del adolescente con adicción
Al trabajar con un joven adicto es importante no dejarse llevar exclusivamente por los síntomas, hay que observar con más profundidad los traumas y necesidades que puede esconder para comprender la dependencia de manera integral y acompañarle desde el respeto


El abanico de adicciones que existen es muy amplio. Desde las adicciones a sustancias, como el alcohol o el tabaco, hasta las más novedosas sin sustancia, como la adicción al porno, a las apuestas por Internet, al trabajo o a las compras, entre otros. El funcionamiento cerebral en todas estas adicciones es el mismo. Un esquema que nos podría ayudar a entenderlo es el siguiente: adolescente que tiene un vacío emocional o un trauma de la infancia, siente miedo, rabia o ansiedad. Este desequilibrio emocional le lleva a consumir y, momentáneamente, el vacío que sentía desaparece porque activa los circuitos del placer y la recompensa en el cerebro.
A nivel de neurotransmisores, el joven recibe un chute de dopamina que le hace sentir calma y alivio, por lo que en la siguiente ocasión que vuelva a sentirse ansioso, avergonzado o irritado, la probabilidad de que vuelva a caer en las redes de la adicción es mayor. Así funcionan cerebralmente todas las adicciones, sean con sustancia o sin sustancia.
Cada vez que el adolescente con adicción consume, la dopamina que se segrega a nivel cerebral hace que se sienta más aliviado y conectado con la vida, como si hubiera resuelto su conflicto emocional o su trauma. El problema es que los porcentajes de menores que desarrollan adicciones va en aumento —por ejemplo, en 2023, el 21,5% de los estudiantes entre 14 y 18 años jugaron con dinero online y/o presencial en los últimos 12 meses (frente al 20,1% en 2021), según el Ministerio de Sanidad―, ya que vivimos en sociedades más estresadas, con mayor miedo y con menos recursos para enfrentarnos a estas situaciones. Lo cierto es que las personas cada vez tenemos más seguidores virtuales en las redes sociales, pero menos personas con las que quedar para dar una vuelta por un parque y contarles nuestras preocupaciones y conflictos. Este es uno de los motivos por el que cada vez estamos más solos y somos más propensos a caer en una adicción. No podemos perder la esencia del ser humano: la conexión con los demás y la importancia de la tribu.
A la hora de intervenir con un adolescente con adicción a las redes sociales, por ejemplo, es importante no quedarse en los síntomas sin indagar debajo de la punta del iceberg. Esas son las verdaderas causas de la adicción. En muchas ocasiones, lo que encontramos en este joven es trauma, maltrato o una infancia donde no fue visto ni amado incondicionalmente. A veces, los profesionales de la salud estamos tan centrados en la propia adicción y en los síntomas que no atendemos la función que cumple dicha adicción. ¿Qué papel tiene la adicción a las redes en este adolescente? ¿Qué le aporta? ¿Se siente visto cuando recibe likes y comentarios positivos sobre lo que publica? ¿Qué conflicto o emoción desagradable evita estando horas y horas enganchado? Estas son algunas de las preguntas que nos tenemos que plantear para comprender la adicción de una manera integral. Siempre tenemos que plantearnos y comprender por qué ese otro menor come de manera ansiosa y desmedida o por qué ese se refugia en las relaciones sexuales compulsivas.

En mi trabajo como psicoterapeuta veo que el trauma en la infancia y en la adolescencia lleva a muchos menores a engancharse a una determinada adicción. Una persona traumatizada vive el estrés, la ansiedad y la tensión en su día a día. Y no me cabe la menor duda de que la adicción (marihuana, sexo compulsivo, apuestas deportivas, comida, redes sociales, etcétera) es la estrategia más adaptativa que tiene el adolescente para evitar conectar con la rabia, el abuso sexual o la tristeza que siente.
No digo que la adicción sea adaptativa, pero sí que es lo más adaptativo que puede poner en marcha el joven como mecanismo de supervivencia. La adicción suprime, aunque sea por unas horas, su sentimiento de malestar. Cuando les pregunto a mis pacientes qué les aporta o aportaba la adicción, me suelen decir que les ayuda a escapar de su ansiedad, a enfrentarse al estrés o a situaciones de vergüenza, que les da tranquilidad, control o que se sienten más unidos a los demás. En definitiva, es importante atender al adolescente con adicción de una manera global y humana, sin dejarse llevar exclusivamente por los síntomas o el tipo de adicción que padece y poder acompañarle desde el respeto y el cariño.
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